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jueves, 23 de septiembre de 2021

Juan Ángel Juristo: Monumento de amor, Epistolario y Lira

 

Juan Ramón Jiménez, inédito


Juan Ramón Jiménez y Zenobia Campubrí, recién casados

Es ya un lugar común referirse al fondo sin fin que parece tener la maleta dejada por Fernando Pessoa, maleta que ha permitido, y la cosa no ha acabado, editar inéditos del poeta portugués durante treinta años: he llegado, por ejemplo, a contar cuatro ediciones aumentadas de El libro del desasosiego en mi biblioteca y alguna que otra edición de relatos policíacos, amén de poemas inéditos de alguno de sus heterónimos más logrados e, incluso, dar a la luz algún que otro nuevo heterónimo, eso sí, de importancia menor. Tan lejos ha llegado la cosa que parece cierto que Pessoa se ha convertido en un poeta rentable para las editoriales y, por supuesto, para las universidades, donde existe una auténtica industria filológica dedicada al poeta.

Pero a nosotros nos sucede algo similar aunque su alcance no traspase el ámbito de nuestras fronteras idiomáticas por cuestiones de marketing, no de excelencia poética. Me refiero a la cantidad de papeles inéditos que sigue otorgando Juan Ramón Jiménez, un poeta que nunca dejó de revisar su obra, haciendo de toda ella una especie de work in progress perpetua que sólo la muerte podía resolver. Así, y por limitarme a lo más reciente, es decir, lo editado en escasas semanas, se han publicado en la Fundación José Manuel Lara, y bajo el título de Historias, 27 poemas inéditos, algo que se ha convertido cada cierto tiempo en costumbre, recordemos los dos tomazos de miles de páginas que Espasa publicó de las prosas de Juan Ramón Jiménez donde nos encontramos maravillas como Madrid posible e imposible , Crímenes naturales o Un león andaluz, mientras la Residencia de Estudiantes acaba de editar la totalidad de las cartas que Juan Ramón dirigió a lo largo de su vida a Zenobia Camprubí, su mujer, y persona esencial para que el poeta pudiera, sencillamente, sobrellevar su inquieta existencia, dedicada en exclusiva a la adoración a la poesía, a realizar una obra que va creciendo con el tiempo y que nos muestra la enorme grandeza e importancia de quien, probablemente, sea el gran poeta español del pasado siglo. Yo, desde luego, así lo creo. El libro se completa, no podía ser de otro modo, con las cartas de Zenobia en respuesta y que, casi seguro, hace de este libro algo único, un acontecimiento literario.

Monumento de amor. Epistolario y lira, es el título descriptivo dado a esta correspondencia en estupenda edición de María Jesús Dominguez Sio, un epistolario fechado en anteriores entregas con el mismo título entre 1913 y 1916, es decir, los años que transcurren desde que Juan Ramón conoció a Zenobia hasta su matrimonio, que produjo ese gran libro que es Diario de poeta y mar, pero que en esta ocasión incluyen las cartas que el poeta dirigió a su mujer desde ese emblemático 1916 a 1956, en total 727 cartas, de las que las primeras 412 están escritas en esos tres años que van de 1913 a 1916. Increíble.

Portada de ‘Monumento de amor. Epistolario y lira’, el último epistolario publicado del poeta Juan Ramón Jiménez. / La Residencia de Estudiantes


Todo aderezado con ese aire de época que le otorga un aire de cursilería irremediable, como por otra parte leemos en las cartas que Pessoa dirigía a su novia,
 Ofelia, que encima era mujer medio analfabeta y el poeta se sentía obligado a emplear vocabulario de folletín. Pero vayamos a Zenobia y Juan Ramón: él la quiere, ella le dice que no lo tiene claro y que lo que debería ser es un hombre de provecho, tener un trabajo fijo y remunerado, que es manirroto, que no sirve ni para hacerse un cosido, y él, entonces, saca pecho y le envía listado de lo mucho que trabaja y adjunta listado de publicaciones y traducciones, amén de colaboraciones. No olvidemos que Zenobia era hija de madre norteamericana y tenía mucho aprecio por los valores burgueses y puritanos.El libro finaliza, como sugiere el título, con la inclusión del poemario Lira, pero con todo creo que lo mejor de esta correspondencia son las cartas de Zenobia: en los años de noviazgo ella le dirige misivas donde, se diría ahora, “le da caña”; ella le reprocha, una y otra vez, ser grosero, mostrarse bruto, insultarla, ofenderla; él, entonces, se rebaja cual hombre apaleado y le promete, una y otra vez, enmendarse, no volver a las andadas y cambiar definitivamente, y esto se repite de nuevo, incesantemente, hasta el punto de que uno se pregunta si no está asistiendo a un código secreto, eso sí, muy íntimo, oculto tras unas palabras de matiz sadomasoquista de baja intensidad.

Juan Ramón se rebela contra esa tradición y le pide en matrimonio y formar una pareja alejada tanto de los valores burgueses anglosajones como de los del tradicionalismo español y ser dos que llevan los avatares del día compartiendo alegrías y amarguras. Sucede lo irremediable: una correspondencia que al principio habíamos empezado con energía, se nos va deslavazando poco a poco hasta el punto de no reconocer al poeta más grande de su tiempo, no pronuncia frase sobre literatura, y hacernos una idea equivocada de una de las mujeres más emprendedoras e interesantes de aquella España anclada en tremendo conservadurismo.

La importancia, pues, de este tremendo tomo, 1337 páginas, radica en ofrecernos la totalidad de esa correspondencia. Es probable que una antología hubiera resaltado la calidad escondida entre los convencionalismos de la época, pero nos hubiera dejado una sensación falsa, la de esconder esa profusa nadería en la que todos navegamos cuando caminamos en amorosas aguas.

Es de agradecer.


Juan Ángel Juristo

Cultura Libros



10 de septiembre de 2017

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