Sus ojos la observaron por última vez para
cerrarse para siempre. Las manos que empuñaban el puñal seguían temblando
incluso después de varios minutos del más absoluto silencio. No paraba de
repetirse que la que ahora podría estar tumbada en el suelo, muerta, podría ser
ella. Que había tomado la decisión correcta. Sin embargo, la conciencia
que dormía bajo el instinto de supervivencia empezaba a despertar. A tomar poco
a poco el control.
La chica se enderezó como pudo y sus ojos enfocaron
a la cámara que la había seguido desde que la obligaron a convertirse en
asesina. Desde que se la llevaron de su casa y la instaron a luchar para no
morir, a matar para seguir adelante. Levantó la mano donde llevaba el cuchillo
ensangrentado y empezó a gritar.
Al principio no era más que un ronroneo que se apoderaba de su garganta sin embargo, poco a poco, se convirtió en un estallido que tomó la habitación. Cuando entraron cinco personas en la estancia para detenerla aún chillaba, como un animal histérico. Lo hizo hasta que agarraron uno de sus brazos y le administraron un sedente.
Cuando se hizo la oscuridad deseó que no volviera a encenderse nunca más.
© MJ Pérez
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