A punto estaba de celebrarse la media maratón anual entre nuestro pueblo y el fronterizo, al que odiábamos como es preceptivo entre vecinos. No nos permitían bailar con sus hembras y en cambio venían a por las nuestras.
Este año teníamos un grave
problema. Si no ganábamos la media maratón, las Liebres perderíamos un
prestigio que buena falta nos hacía. Siempre habíamos ganado el primer puesto, era
en lo único que sobresalíamos, pero este año nuestro corredor estrella estaba
con una pierna escayolada por haberse subido a una encina y oteando el
horizonte el muy tonto se cayó. El segundo puesto lo ganaba uno de los Piojos, corredor
del otro pueblo. Yo quedaba tercero y por mucho que me esforzaba no era capaz
de superar mi propio récord.
Ya se lloraba la catástrofe en
el bar de la plaza cuando llegó el gran día. Y dieron la señal de salida. Venga
correr, venga correr y venga correr. Pero no era capaz de adelantar al piojoso,
que encima era guapo, según la eximia opinión de mi novia. Llegando a la meta
sentí que perdía fuerzas, era imposible ganar, los ojos se me llenaron de
lágrimas, ni siquiera veía por donde iba.
Cuando de pronto, el hijo de
la Petra, el más desgarbado y contrahecho del pueblo, tan feo que uno se
preguntaba si aquello podría llegar a ser un camuflaje, aquel que su cabeza
estaba cubierta por tupidos cabellos rizados y negros como el azabache, la
barba corta y espesa que se la dejaba crecer para disimular la boca media
torcida, que caminaba con la espina dorsal arqueada y los brazos le servían de
contrapeso para apoyar primero una pierna y luego la otra...
Pues justamente aquel engendro
con un cono de cartón haciendo de megáfono se subió a lo alto de un castaño y
con un vozarrón que sacaba de las entrañas de su desmesurada barriga vociferaba:
¡Venga, Liebre, que tú puedes! ¡Ánimo! ¡Eres el mejor! ¡Una mísera Pulga jamás ganará a una Liebre!
Y con una rama haciendo de batuta animaba a que la
muchedumbre gritara:
¡Liebre,
liebre, liebre!
Era ensordecedor. Gané la
carrera. Y desde entonces, el que había sido el hazmerreír de mi pueblo hace
funciones de alcalde. Y lo hace bien.
© Marieta Alonso Más
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