Se dice que si el habla es
plata, el silencio es oro. Es cierto que entre personas que acaban de conocerse
el silencio puede resultar incómoda, pero entre amigos unos instantes de
silencio refuerzan la amistad. A veces no se necesitan palabras para hacerse
entender, para demostrar que pueden confiar uno en el otro.
En una buena conversación, en
cualquier intercambio de palabras, en ese instante en que las abstracciones se
transforman en lenguaje, es vital saber escuchar. Cuando dos personas hablan a la
vez el resultado no es una conversación, es un enfrentamiento, una colisión. Al
final ni te enteras quién dijo qué.
Una buena conversación no es
una conferencia ni un informe, no hay que monopolizar la palabra demasiado
tiempo, a veces es triste cuando alguien insiste en seguir hablando cuando ya
no tiene nada que decir.
Se sabe que hay ciertos temas
que en un grupo diverso deberían ser tabú: la religión, la política, el fútbol,
las enfermedades de cada cual…
En cambio entre amigos todo
es válido, hasta las recetas de cocina, los negocios, el viaje de las
vacaciones… Sin pasarse, por favor.
Lo que una buena conversación
ha de tener es esa chispa que alegra la mirada, ese refutar sin discutir
respetando el sentir de cada uno, esas risas que para quien no esté en el ajo
pueden resultar algo tontas, ese pequeño pitorreo a costa de alguien, la
extravagancia del vecino del quinto, hasta ese coqueteo que tiene lugar cuando dos
o más personas se reúnen para dar cabida a una de las más altas manifestaciones
de la inteligencia humana: la capacidad del ser humano para expresar
pensamientos y sentimientos por medio de la palabra.
¿Conversamos?
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