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miércoles, 18 de octubre de 2023

Jaime Aguilera San Frutos: Una vista poco usual

 

 

Tras un largo día debatiendo en el ágora, allí se encontraba, tirado en mitad de las escaleras. Sabía perfectamente que él no era el protagonista de aquella asamblea ni mucho menos alguien de alto reconocimiento. Sin embargo, a lo largo de su vida había aprendido que ese tipo de situaciones no habían de cambiarle el ánimo a nadie y es por eso que decidió permanecer en el mismo lugar, dificultando el paso de sus compañeros de profesión y leyendo en solitario uno de los múltiples escritos que se habían tratado en la reunión.

Por un momento, decidió abandonar aquella paz mental que había adquirido leyendo, para mirar a su alrededor. De pronto, una extraña sensación se apodero de él. No solo resultaba raro el hecho de que se le hubiese permitido estar presente en aquel lugar, dada su mala reputación, si no que era incapaz de reconocer a muchas de las personas que allí se encontraban, como si no correspondieran a su tiempo. Al girar la cabeza hacia la derecha, pudo observar a un hombre que se encontraba plasmando sus pensamientos en un pequeño papiro. Tras verle, no pudo evitar pensar que esa persona habría encajado más como artista que como pensador. A pesar de aquella idea que le causaba una incontrolable risa, su sorpresa fue mayor al ver que, aun mas a la derecha, había nada más y nada menos ¡que una mujer! No podía explicarse como una persona que se suponía que debía encontrarse entre las paredes del hogar, esperando a su marido, pudiera convivir con otros filósofos. Definitivamente, no se encontraba en la época adecuada.

En ese momento, comenzó a preocuparse tratando de encontrar una respuesta a aquel enigma. De repente, decidió mirar al frente y, en ese instante, logró entender todo. Allí se encontraba una multitud casi tan grande como la que había estado debatiendo en la asamblea. Pudo apreciar cómo a diferencia de ellos, no se encontraban reflexionando si no que se limitaban a observarles sin decir una palabra. En ese preciso instante, Diógenes comprendió que tanto él como el resto de sus compañeros, formaban parte de una de las mayores obras de arte de la historia.

 

© Jaime Aguilera

 17 años

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