En Laponia tomé esta rica sopa arrullada por las palabras de un sami que contaba esta bonita leyenda.
Hace muchos, muchos años ningún hombre vivía en esta tierra. Y entonces, ¿cómo pudieron sus ancestros instalarse en la tierra del Círculo Polar Ártico, lugar que alcanza los 50 grados bajo cero?
El frío no era la causa. Eran los cuatro vientos: sur, norte, este y oeste que confluían en esta zona, haciéndola inhabitable. Siempre soplaban a la vez, cada uno intentando superar a sus rivales. Nadie se atrevía a acercarse a ese lugar. Nadie, excepto un chamán sami.
Llegó y con gran esfuerzo se construyó una casa. Dio una fiesta de inauguración a la que invitó a los vientos. Preparó una acogedora hoguera que calentaba el ambiente, cocinó las comidas más deliciosas, entre ellas esta rica sopa y sirvió la mejor bebida. Los vientos, por supuesto, acudieron intrigados a la cita. Comieron, charlaron y bebieron. Pasaban las horas y seguían en la casa del chamán. Para agasajar a sus invitados, sacó su tambor y comenzó a cantar. El chamán golpeaba el tambor sin pausa, sin prisa. Su voz acompasaba el sonido y acunaba a los invitados. Primero el sur, luego el este, el norte y finalmente el oeste acabaron dormidos en torno al fuego. Mientras, el chamán seguía tocando y su voz se atenuaba.
Cuando tuvo la certeza de que los cuatro vientos estaban profundamente dormidos, dejó a un lado el tambor y se quitó el sombrero. Tenía cuatro puntas.
Se acercó a sus invitados y, con un rápido movimiento, metió al viento del norte en el gorro, empujándolo hasta que ocupó la primera de las puntas. Lo mismo hizo con el viento del este, con el del oeste y con el del sur. Cada uno estaba en una punta del sombrero del chamán. Luego se puso el gorro en la cabeza y esperó.
El primero que se despertó fue el viento del norte. Intentó desperezarse. No tuvo éxito. Primero con suavidad, luego con fuerza. El chamán notaba como el norte pasaba de la agitación a la ira. Notó cómo soplaba, cómo se retorcía, cómo intentaba escapar. «¡Déjame salir!». Pero el chamán ni caso. Sus gritos despertaron al sur, al este y al oeste. Intentaron asomarse a ver lo que ocurría, pero no pudieron. Soplaron, se retorcieron, intentaron escapar. «¡Déjanos salir!«. Pero el chamán seguía inmutable.
Pasaron los días y el chamán no cedió ni a las amenazas ni a las súplicas de los vientos. Sabía que si los mantenía en prisión, la vida podría instalarse en Laponia.
Mas el chamán era un buen hombre. No quería tener encerrados a los vientos para siempre. La tierra, la vida, les necesitaba. Por eso llegó a un acuerdo con ellos: les liberaría a cambio de que nunca volvieran a soplar a la vez sobre Laponia. Lo prometieron. Desde ese momento, el sur sopló en verano; el norte, en invierno; el oeste, en otoño y el este, en primavera.
Por eso, incluso hoy, los samis llevan sombreros de cuatro puntas. Son un homenaje a los vientos, también un recordatorio de que no deben romper su promesa.
Sopa de salmón
Ingredientes
200 g. | Salmón fresco |
2 | Patatas medianas |
1 | Puerro |
1 1 1 | Zanahoria Cebolla Pimiento verde |
200 ml. | Nata líquida |
1 | Brick de Caldo de pescado o de verduras |
1 Cdta. | Eneldo |
1 Cdta. | Perejil picado |
Aceite de oliva, agua, sal | |
Elaboración
Lavar y cortar la cebolla, el pimiento, el puerro. Sofreír. A continuación, añadir el caldo. Incorporar la zanahoria y las patatas. Salpimentar ligeramente. Cocer durante unos 5 minutos a fuego medio.
Agregar el eneldo y dejar cocer hasta que la patata y la zanahoria estén casi blandas. Incluir un poco de agua caliente si es necesario.
Incorporar los trozos en dados de salmón y dejar cocer unos 5 minutos intentando que no hierva.
Sumar la nata líquida y remover para que se integre bien. Mantener a fuego bajo unos minutos más.
Retirar del fuego y rectificar de sal si es necesario antes de servir.
Pido perdón a los samis si a la leyenda le falta algo y
si en esta receta no están todos los ingredientes.
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