En toda Europa, Asia, África,
América, Oceanía, Antártida… En el mundo entero resuena la música de Mozart,
genio musical inigualable. Aunque se escuche su música mil veces su riqueza
melódica siempre asombra y cautiva.
En el registro de nacimientos
de la catedral de Salzburgo, aparece escrito su nombre el 27 de enero de 1756. Vivían
sus padres en un apartamento situado en un tercer piso. Hoy es un museo. Allí
están los retratos familiares, el piano donde aquel niño rubio de cuatro años
se sentaba con los pies colgando. Siempre atento a lo que le enseña papá
Leopoldo, músico de oficio, con el que aprendió a tocar el violín, el piano...
Apenas con cinco años, su
padre lo encontró sentado ante el escritorio con una pluma de ganso en la mano.
Estoy escribiendo un concierto, dijo. Y era verdad. Su padre guardó para la
posteridad ese primer andante para piano. A los seis años lo llevó a Munich y
Viena para mostrar su talento.
A veces Amadeus tocaba a dúo
con su hermana, otra virtuosa del teclado. Fue el niño mimado de la alta
sociedad. La emperatriz María Teresa le regaló un traje con bordados de oro y
le permitió sentarse en sus rodillas y luego besarla.
Pasó más de diez años de su
vida yendo de un lado para otro. Era un niño enfermizo, enclenque, un adulto
mal hablado, vulgar, se enojaba al menor ruido o carraspeo en sus conciertos,
musitaba maldiciones, pero tratándose de música: todo un genio.
Como compositor dominó todas
las formas musicales. Además, lo hacía a una velocidad pasmosa.
Puso los ojos en Constanze,
con quien se casó el 4 de agosto de 1782 en la catedral de San Esteban, en
Viena. Los nueve años de matrimonio fueron de dichas y penurias. Acumularon montones
de deudas. Ni él ni su esposa sabían administrar el dinero.
El emperador José II nombró a
Mozart compositor de la corte en 1787, pero le pagaba menos de la mitad del
sueldo que había recibido de su antecesor, Gluck. Bien es verdad que a su
sueldo se sumaban las ganancias de sus conciertos y óperas y las regalías por
los derechos de publicación e interpretación. Pero el derroche, era de tal
magnitud que no alcanzaba.
Hasta en el lecho de su
muerte, Mozart trabajó con tenacidad. Falleció el 5 de diciembre de 1791, dos
meses antes de cumplir 36 años.
Su obra abarca 626
composiciones entre las que se encuentran 41 sinfonías, 48 conciertos, 18
óperas, 19 misas… y hasta composiciones humorísticas.
Se cuenta que a Mozart le
gustaba tomarles el pelo a sus colegas. Una vez escribió una composición y
entregó las hojas de papel pautado a Joseph Haydn que comenzó a interpretarla,
pronto se detuvo al advertir que teniendo ocupados los diez dedos una nota
sobraba.
−Imposible tocar esta pieza
−protestó.
−¡Pamplinas! −replicó Mozart
sentándose al piano.
Y cuando llegó a la nota,
atacó la tecla correspondiente, con la punta de la nariz.
Gracias,
Mozart
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