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jueves, 1 de febrero de 2024

Amantes de mis cuentos: Países hermanos

 



Mi marido, como buen alemán, es un forofo del «Oktoberfest», y todos los años abandonamos nuestra cálida Málaga para adentrarnos en esa fiesta tan popular en Múnich. Lo conocí en un viaje de placer con mis amigas, aún recuerdo la emoción al comprobar que entre todas me había elegido a mí. Éramos jóvenes y cuando nuestras miradas se cruzaron sentimos algo que todavía perdura.

Él sostenía una jarra de cerveza entre sus manos y esa imagen es la que sigo viendo al cabo de treinta años. Creo que no pasará de este verano que pongamos en el salón un barril de tan sabrosa bebida. Lleva tiempo intentando convencerme de lo práctico que puede resultar ese adorno.

Es tal su orgullo alemán que le sienta fatal que sean los checos los que más la consuman, y los chinos quienes más la produzcan. Me cuenta una y otra vez, lleno de entusiasmo, que un historiador alemán, Aventinus, escribió que la leyenda de Gambrinus está basada en un rey germánico a quien los dioses habrían enseñado a elaborar cerveza.

—No hagas caso a otras versiones, confía en mí. Alemania es única.

Yo asiento, es bueno mantener la paz del hogar, pero para mis adentros pienso que como Andalucía no hay nada. Y eso que Theresienwiese, ese prado donde se celebra el Festival está muy céntrico y muy cerca de la Estación Central. Además, reconozco que las chicas vistiendo el atuendo típico de Baviera están muy favorecidas, aunque claro al lado del traje de faralaes no tienen nada que hacer.

Los alemanes son muy suyos, hasta el punto que la cerveza de este Festival tiene que ser fabricada dentro de los límites de la ciudad de Múnich.

Menos mal que mi hombre no le hace ascos a nuestro vinito dulce, ni a esa copa de jerez fino o manzanilla mezclado con limonada, sí…, hablo del «Rebujito», ese que se cuela y nos hace revivir sin darnos cuenta.

Durante el primer año de casados llegamos a un acuerdo: todo lo de España y todo lo de Alemania es bueno. Sin comparaciones. Y gracias a ese convenio disfruto a mares del codillo, de las salchichas, del chucrut con tocino y cebollas picantes, del Steckerlfisch plato donde se ensartan en unas finas cañas diferentes tipos de pescados que me recuerdan a los espetos de mi querida Málaga. Mi adorado alemán, en la Feria de Málaga se pone morado de boquerones fritos, berenjenas con miel, ajoblanco, espetos de sardinas…, y antes de que se le ocurra decir nada le miro, sonríe y comenta socarrón:

¡Qué ricos son los Steckerlfisch de sardina!

 

© Marieta Alonso Más



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