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jueves, 7 de marzo de 2024

Orden de Malta. Orden de san Juan. Orden de los Caballeros Hospitalarios

 



La congregación surgió a mediados del siglo IX buscando la defensa de un hospital creado por mercaderes italianos en Tierra Santa. Asociada inicialmente a la orden de los Benedictinos, tras la toma de Jerusalén por Godofredo de Bouillon en el año 1099, recibió importantes donaciones que enriquecieron su patrimonio y permitieron una reforma en profundidad del hospital. Su director, Gerardo Tom, aprovechó la circunstancia para desvincularse de los benedictinos, constituyendo una nueva orden religiosa, con reglas y bienes propios: Los Hospitalarios de san Juan. El Papa Pascual II aprobó las reglas de la Hermandad en el año 1130 nombrando Gran Maestre de la orden a Raymond de Puy.

La orden, al igual que la mayor parte de las coetáneas, cumplía una triple misión: la defensa de los Santos Lugares, la atención a los peregrinos y el desarrollo espiritual de sus hermanos. En consonancia, bajo la autoridad suprema del Gran Maestre de la Orden se estructuraba en tes clases de acuerdo con el rango y función de los hermanos: los caballeros que disponían de armamento, los capellanes y religiosos, dedicados al servicio religioso y los hermanos sirvientes, dedicados al servicio de los anteriores y también entrenados para la lucha. El hábito de los caballeros se componía de una túnica negra sobre la que aparecía una estrella blanca de ocho puntas, motivo que se repetía en el manto escarlata que cubría la cota de malla durante el combate. El estandarte era también escarlata, con la cruz blanca sobre un campo de gules. Geográficamente, la orden contaba con ocho lenguas de acuerdo con la procedencia de los caballeros: Italia, Aragón, Provenza y Auvernia, Francia, Castilla-León, Alemania e Inglaterra.

La caída de los Santos Lugares marcó en el año 1187 el abandono de Jerusalén por la orden de los hospitalarios de san Juan, que pasó por Acre, Chipre y Rodas. En el año 1530, Carlos I de España decidió ceder a perpetuidad las islas de Gozo y Malta a los caballeros de san Juan. El rey español que contaba también con el título de rey de Sicilia y, en consecuencia, ostentaba soberanía sobre Malta, exigió un simbólico vasallaje: anualmente debía serle entregado un halcón y Malta nunca podría entrar en liza con Sicilia ni con el Imperio. Además, se reservaba la designación del obispo de la isla, seleccionado de entre una terna que le sería propuesta por la orden de los Hospitalarios, llamada desde entonces orden de los Caballeros de Malta.

El primer objetivo de la orden al asentarse en Malta fue asegurar la isla contra posibles invasiones. De hecho, la donación de Carlos I había sido en buena parte interesada: quería contar en Malta con un ejército autónomo y bien entrenado que fuera capaz de yugular el irresistible empuje de las armadas otomanas en el Mediterráneo oriental y central.

El Gran Maestre Isle Adam emprendió un plan de fortificaciones que incluía la reforma de san Angelo, castillo erigido por los sarracenos en el año 828 y la construcción del fuerte de san Telmo sobre el monte Sceberras, estratégicamente situado sobre los puertos naturales de Marsamusceit y Gran Puerto.

Pronto hubo ocasión de comprobar lo acertado de las medidas defensivas. En el año 1565, los turcos de Solimán, acaudillados por Mustafá y tras saquear la isla de Gozo, pusieron sitio a Malta. Jean Parisot de La Valette, a la sazón prior de Saint Guille y Gran Maestre de la orden, encabezó la defensa de la isla. Los turcos lograron apoderarse del monte Sceberras y del fuerte de san Telmo, arrinconando a los caballeros en los promontorios de Burgo y Senglea. Totalmente aislados y olvidados por la armada siciliana, los malteses mantuvieron una defensa tenaz, que acabó por quebrar la voluntad otomana. Tras una serie de afortunadas incursiones, los caballeros consiguieron romper el sitio, expulsando a los turcos de Malta con la tardía ayuda de la flota siciliana. Jean Parisot de La Valette se hizo merecedor del lema:

«Plus quam valor valette valet» que significa: «Más que el valor vale Valette».

La batalla naval de Lepanto en el año 1571 acabó por desterrar para siempre la amenaza otomana del Mediterráneo central.

 


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