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martes, 21 de mayo de 2024

Blanca del Cerro: El color de la mente. Reseña

 



            Marieta Alonso, escritora y amiga, presentó el viernes pasado su nuevo libro titulado El color de la mente, en la biblioteca pública Elena Fortún, en la calle Doctor Esquerdo, de Madrid. Puedo afirmar que la presentación fue un éxito de público y ventas.

            El tema de la novela no es sencillo, sino al contrario, pues trata de la vida diaria de los enfermos de un centro psiquiátrico, con tres protagonistas principales, Martín, William y Amador, estando los dos primeros internos en el hospital por problemas mentales, y siendo el tercero uno de los cuidadores. Los tres, que se hacen buenos amigos, presentan grandes diferencias, empezando por el color de su piel pues pertenecen a tres colores distintos: blanco, tostado y negro, ya que uno es español, otro cubano y el último africano. A lo largo del libro nos vamos introduciendo en sus vidas que, en ocasiones, guardan secretos inconfesables. El entorno en el que se encuentra el hospital es la sierra de Guadarrama, un pueblo de Madrid y un lugar paradisíaco que la autora sabe describir a la perfección y en el que nos introduce a medida que avanzamos en la lectura.

            Considero que no es fácil hablar sobre un tema de tal envergadura y, mucho menos, penetrar en la mente de este tipo de enfermos, algo que Marieta ha conseguido de manera magistral.

            La novela está bien escrita, bien ambientada y bien documentada, y guarda en su interior una serie de pensamientos filosóficos que nos hace detenernos a meditar. Es corta pero intensa —la he terminado en dos días—, y diferente a todo lo que hasta ahora he leído de esta autora.

            Espero que Marieta Alonso nos siga deleitando con su prosa, su valentía por introducirnos en determinados temas y su sonrisa, pues es una mujer que siempre está alegre y que contagia su alegría.

            Un libro recomendable, con el que creo que el lector disfrutará, al igual que yo he disfrutado. Y mucho.

            Gracias, Marieta.

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