Si sois asiduos a este blog en el que muchas
personas compartimos nuestras historias, os habréis dado cuenta que, en
ocasiones, esta mujer que está ahora al teclado es de compartir reflexiones,
de poner en palabras lo que se le pasa por la cabeza o lo que la tiene
pensando. No creo que en esta ocasión sea diferente.
No os confundáis, queridos lectores, no
pretendo ni aburriros ni daros lecciones de ningún tipo. Simplemente, de un
tiempo a esta parte es la única forma en la que me encuentro cómoda frente a la
hoja en blanco. ¿He perdido esa parte de mí misma? Quizás, o quizás no.
Porque las personas, todas, debemos
evolucionar. De
una forma o de otra. No existe la evolución inversa, la mal llamada involución.
Siempre nos movemos y, hasta el punto y final, no dejamos de hacerlo. A veces
volvemos al inicio de la partida, o tomamos una senda inesperada. Laberintos,
curvas, rectas y hasta caminos que van cuesta abajo. Siempre en movimiento.
Somos resistentes al cambio. Muchos lo somos,
y es primordial aprender a querer a la persona en la que nos convertimos con
cada paso que damos. En abrazarla, en no rechazarla porque, lo creamos o no,
esa persona que nos mira con los ojos desorbitados es nuestra nueva versión y
no es ni mejor ni peor. Es diferente. Queredla y, sobre todo, no la juzguéis. No
os juzguéis.
© MJ Pérez
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