La ciencia del dolor ya desde niño.
Abrazas la semántica del amor oscuro,
los juegos de ilusorios personajes,
el brillo de los ojos desérticos
en los traslucidos cristales.
Atrapado en un limbo de palabras,
amasas la lentitud de un sol araucano.
Pentagramas para soles sostenidos.
Medras entre dardos envenenados
y ambiguos verbos atrincherados
en las frondosas azoteas.
Todo se derrumba
y no hay donde escapar.
Sin embargo, la semilla
encuentra su propia plegaría
y la fuerza del amor
consuela con su luz improvisada.

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