Páginas

jueves, 4 de octubre de 2012

Amantes de mis cuentos: Una deliciosa australopithecus

Museo Nacional de Atropología de México
Esqueleto de Lucy



Sobre la mesa se encontraba un tablero de güija y aproveché para hablar con alguien del más allá.  
-¡Hola!
-¡Hola!
-¡Huy! Esto funciona.
-Por favor no pongas esa cara. Te hablo desde otra dimensión. Ya sé que en tu pensamiento deseabas hablar con alguien de la fauna actual, pero ya ves, no siempre se cumplen nuestros deseos. Me ha costado horrores poder contactar contigo, la barrera del lenguaje hace que te haga llegar mi voz a través de la mente. Nací hace unos cuatro o tres millones de años. No lo sé. Me doy cuenta de lo absurdo que te puede resultar hablar con una australophitecus afarensis como me llamáis.  Me conoces ¿verdad?
-¿Lucy?
-Sí, la misma.
Sentía que no podía hablar. Estaba emocionada. En mis años universitarios el descubrimiento de Lucy estaba en auge. Ella medía un metro y dos centímetros aproximadamente, yo más o menos. Ella debió de ser muy delgada, yo también. Mis compañeros de clase me bautizaron con el nombre de Lucy y  yo… contestaba.
Me centré en lo que estaba ocurriendo. Lucy continuaba hablando.
-Ves, funciona esto de hablar con la mente. Los humanos deberíais usarla más. Tu cráneo supera los treinta centímetros del mío y quiero que le saques mayor provecho. Así lograrás comunicarte con todos los seres vivos que tienes a tu alrededor. Te enseñarán muchas cosas que no sabes.
-Pero ¿cómo?
-Esfuérzate. No te lo voy a dar hecho todo. Sé que sufres por no tener respuestas a muchas de tus preguntas, en cambio, yo no sufría por ello porque solo tenía ideas como relámpagos que me hacían desear algo que no sabía muy bien qué era, salvo ese instinto innato que tenemos todos los animales. Tú también.
-Gracias.
-A veces me entretengo y me río mirando los esfuerzos que hacéis las hembras humanas hoy en día para atraer al macho. Y todo por la posición erguida que adoptamos. Perdimos la llamada al macho mediante el olor, perdimos la época de celo para estar constantemente en ella. Esto fue un avance para nosotros al poder procrear en cualquier momento. Pero claro, al no poder hacer esa llamada que siempre era atendida, ahora se pierde mucho tiempo y trabajo con la depilación, el maquillaje, la peluquería, emitiendo unas señales que a veces no se escuchan o no se entienden.
-Y que lo digas.
-Lástima porque con los adelantos que existen en esta época, si hubiésemos conservado el olor, un simple botón hubiese bastado para dosificar el estro. Menos mal que aún subsiste el reclamo de la danza.
-No sé bailar.
-Así te va. Yo actuaba por instinto y a mis hijos les quise hasta que pudieron valerse por sí solos. Mis afectos duraban lo estrictamente necesario. Ahora se protege demasiado a las crías. Lo que no ha cambiado es que siempre hay alguien que se hace el jefe del grupo y los demás se dejan llevar. Según sea el mandamás se avanza o se retrocede y la caza puede ser más abundante o llegar a escasear. Si es escasa vienen los problemas porque hay quienes necesitan comer más y se aprovechan de los que comen menos. Y si quieren seguir comiendo se inventan tretas para quitarles a los demás lo que por derecho les corresponde. Es bueno querer más, creo que ahora lo llamáis ambición, siempre y cuando sea por tu esfuerzo, no a través de otros. No hay que ser muy listo para saber que con la abundancia nos hacemos perezosos, en cambio ante las dificultades se agudiza nuestra mente. A mí me vino bien adaptarme a comer de todo, fui flexible de cuerpo y de mente y ahora comentáis que eso nos ayudó a progresar. La inteligencia no es sólo patrimonio humano, que tu ego no te engañe. La falta de comunicación no nos permite apreciar la inteligencia de otros seres vivos. Me hace ilusión pensar que formo parte de tu árbol genealógico.
Me dio tristeza oír los deseos de Lucy porque ahora nos dicen que con los últimos hallazgos no fue precisamente su rama la que originó nuestra especie.
-Te estoy escuchando.
-Perdona. Se me había olvidado que podías percibir mi pensamiento.
-Claro que lo oigo. No te preocupes, estoy segura que tú y yo hubiésemos sido amigas. Ahora he de marchar. Adiós humana.
-Adiós, pequeña austrolophitecus.
Al oír que se alejaba le dije con ternura:
-Vuelve otro día, Lucy. Quiero ser tu amiga.




© Marieta Alonso Más

2 comentarios:

  1. Muy bueno, divertido y cargado de razón. Como siempre, tus cuentos me divierten y me sorprenden. Un beso.

    Carmen Dorado

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Eres mi animadora literaria "number one". Un millón de gracias. Besos. Marieta

      Eliminar