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lunes, 27 de enero de 2014

Francesca de Rímini (Rávena, 1259 – Gradara, Pesaro, 1285)

Paolo e Francesca
William Dyce (1845)


         El conocimiento de este personaje se debe más a la poesía de Dante que a la abundancia y clarividencia de los datos y acontecimientos históricos que le rodean, siendo su drama el eje central del Canto V de la Divina Comedia. Otras obras literarias han hablado de ella como el poema llamado “Rimini” (1816) de Leigh Hunt y el drama “Francesca de Rímini” (1902) de Gabrielle D’Annunzio. En escultura, “El beso” de Auguste Rodin se inspira en esta historia. Pintores como Ingres y Alexandre Cabanel también la han inmortalizado.

Francesca era hija de Guido de Polenta, gobernador de Rávena y acaudalado noble que durante su adolescencia había mantenido un serio enfrentamiento con la familia Malatesta de Rímini, ciudad próxima a la suya. Con los años la mejor forma que encontró de acabar con esas desavenencias fue, por supuesto, un matrimonio entre ambas familias con ventajosos acuerdos monetarios de por medio. Ese fue el motivo del matrimonio de Francesca da Polenta con Gianciotto Malatesta, un guerrero tan valiente como repulsivo de aspecto.

Según Bocaccio, en la boda por poderes que se celebra en Rávena, Gianciotto estuvo representado por su hermano Paolo, un hombre con gran prestancia física. El problema fue que a la hermosa Francesca no le pusieron en antecedentes acerca de esos poderes quedando impresionada en un primer momento con los atractivos de Paolo, y desilusionada después cuando, al llegar a Rímini, se encuentra con la sustitución de su apuesto marido por otro mucho menos cautivador.

Otra hipótesis a considerar es la del compromiso matrimonial entre Francesca y Paolo; según esta versión fue Gianciotto quien acudió a representar a su hermano Paolo en esa boda por poderes y, una vez en Rávena, impresionado por la belleza de Francesca, decidió prescindir de esa cláusula de por poderes, -potestad que tenía concedida como hijo mayor de la familia- y casarse con ella legalmente.

Como resultado de cualquiera de esos dos supuestos, tenemos una joven y bella Francesca casada con un deforme Gianciotto y conducida a un castillo en donde su galante cuñado Paolo se convertirá en su más asidua compañía. Dos amantes felices y profundamente enamorados, que terminarán sus días trágicamente cuando Gianciotto les de muerte atravesándolos con su espada en el mismo momento de descubrirlos en su pasión amorosa.

Lo inexplicable que tras una traición de ese tipo les enterrasen juntos como efectivamente se hizo, en su sarcófago de mármol en la iglesia de San Agustín de Rímini.

Por lo demás la historia de Francesca y Paolo es como la de muchas jóvenes bien educadas de su tiempo a las que no se les reconocían otros derechos que los de la obediencia al padre en primer lugar, y después al esposo que en ese momento les hubiesen elegido. Y como mucho en el mejor de los casos, sus historias de trágico final podrían ser sublimadas si un Dante o un Shakespeare decidía rescatarlas del olvido.

(…) Amor; que a todo amado a amar le obliga,
Prendió por este en mi pasión tan fuerte
Que, como ves, aún no me abandona (…)

Canto V de la Divina Comedia de Dante Alighieri




Fuente:
Exposición: Mujeres con Historia. Expohistoria 21. Un recorrido por la apasionante vida de veinticinco mujeres.



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