A
punto de pagar en la caja del supermercado perdí el conocimiento. Al despertar
me encontré en el suelo rodeada de cajera, clientas y seguridad del centro
comercial. Sentía un fuerte dolor de cabeza y al palparme me encontré con un
buen chichón.
Tomé
mis bolsas y decidí ir andando hacia mi casa. Al cruzar una esquina vi en mi
mente algo que me asustó. Un coche de policía estaba en el semáforo, me acerqué
y dije a la pareja: En ese contenedor hay un recién nacido.
Aparcaron.
Uno se quedó tomando mis datos y el otro fue a comprobar si era verdad. Apareció
con un bulto en brazos. Mientras tanto, me entretuve mirando al edificio de
enfrente y oi una violenta discusión. Lo comenté. El que tenía el bebé en
brazos me lo entregó para irse a tocar en la puerta que le señalé. Regresó
acompañado por un hombre ya esposado que aun así ofrecía resistencia y una
mujer golpeada. Todos nos subimos al coche patrulla, el maltratador quiso
acunar al niño pero no le dejé porque supe que le quería ahogar, llegamos al
Hospital y allí dejamos al bebé y a la mujer del que zurra, en buenas manos. Luego tomamos
dirección al Cuartelillo.
Les
rogué pasar por mi casa pues el pescado que había comprado se podría echar a
perder. Así lo hicimos y uno de ellos subió conmigo. Cerraba el congelador
cuando me vino el flash y le pregunté si estaba casado. - Sí, señora, me contestó.
No
quiero darle un disgusto pero su mujer, en estos momentos, está en su cama
acompañada por un hombre. Salimos más de prisa de lo que a mí me apetecía, nos
subimos al coche patrulla y fuimos directos a su casa. El preso no paraba de
reír llamando cornudo al otro.
Subimos
a su casa y pilló in fraganti a su mujer y a su jefe. Justo en el momento en
que discutían vi que atracaban un Banco de esa calle. Entré en la habitación
para que dejaran sus conflictos para más tarde, los que estaban desnudos poco
podían hacer pero el policía consciente de su deber salió corriendo para
atrapar a los ladrones.
Avisé
al agente que estaba en el coche de que, un hombre estaba orinando en plena
calle sobre la rueda de su autobús y enseñaba su órgano como si fuera un trofeo.
Me dejó vigilando al esposado que se dedicó a hacerme gestos obscenos.
Regresaron
en fila india con todos los apresados. Ya no cabíamos en el coche. Vinieron más
patrullas. Y nos fuimos en procesión a la Comisaría. Me dejaron en un cuarto
lleno de archivadores y cuando vinieron a buscarme les tenía anotado una docena
de lugares donde podrían encontrar cadáveres de casos inconclusos.
Me
retuvieron hasta la media noche. Todos los casos quedaron resueltos. Tuvieron
el detalle de llevarme a casa. Durante el trayecto el chichón por arte de magia
desapareció. Me esforzaba mirando por todas partes pero no me venían más imágenes,
ni voces ni destellos.
Dejé
de ser importante para los gendarmes. Mis horas de gloria tocaron a su fin.
© Marieta Alonso Más
Un chichón muy detectivesco. Hubiera hecho la vida de Sherlock Holmes muy aburrida.
ResponderEliminarElemental, mi querido Watson, elemental.
EliminarMuchas gracias por leer mis cuentos.
No puedo decir otra cosa, que me ha gustado. ¿Te pasas el día imaginado estas cosas?
ResponderEliminarMe alegro que te haya gustado. Lo difícil de imaginar quién es quién o lo que pasa a tu alrededor es que no siempre aciertas o no te enteras. Un abrazo
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