Aquel día fuimos de excursión al pantano. Durante toda la mañana, la comida, e incluso mientras bebíamos café, estuvo diciéndome que era un chinche por esto o por lo otro. Harto, me levanto y me acerco al borde del agua. Ella viene detrás de mí. Chinche, chinche, me sigue diciendo a pesar de ver lo mal que me sienta. Al llegar a mi lado cansado de escucharla, la arrojo al pantano. Veo cómo desaparece su cuerpo en el agua negra. Recuerdo que no sabe nadar. Cuando voy a tirarme para ayudarla a salir, saca los brazos por encima del agua y juntando las uñas de los pulgares hace con ellas ademán de aplastar a esos desagradables bichitos.
Si en vez de pedir socorro en el momento en que se
está ahogando, si en ese instante solo piensa en que soy un chinche, ¿no será
que tiene razón? Apenado al darme cuenta de la mala vida que mi carácter le ha
tenido que causar, decido darle una muestra de mi gran amor privándome para
siempre de su presencia, por lo que, señor Juez, doy la vuelta, subo al coche y
me voy.
Conversaciones con el Juez: El Chinche por Malena Teigeiro se distribuye bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivar 4.0 Internacional.
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