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martes, 17 de junio de 2014

Alejandro Chanes Cardiel: El sueño

                                                  
…. y los sueños, sueños son.
                                                                                            “La vida es sueño”
                                                                                               Calderón de la Barca


El coche avanzaba rebasando el límite marcado en la señal de tráfico. Entró en el pueblo por la calle principal; un perro salió corriendo entre aullidos, revolotearon las gallinas en medio de cacareos y dos mujeres, de negro, se metieron en su casa a tiempo de no ser atropelladas.

            Al final de la plaza, se perfilaba la fuente. Hasta allí llegó el coche y quedó empotrado mientras el pilón vertía el agua, empapando el suelo. Salieron a duras penas los ocupantes,  un hombre y una mujer,  y se abrazaron. La gente que había acudido al oír el estruendo, se arremolinó  y entre el grupo, una mujer, con el pelo recogido en un moño y un vestido a medio abotonar, vociferaba con los brazos en jarras, “¡Desgraciado!, ¿Dónde pescaste a esa puta?”. El aludido se hizo el sordo, ella le arreó un guantazo y empujó a la presunta puta al pilón. Una vieja, de mirada maliciosa,  cuchicheaba al oído a otra comadre: “Es la novia”.  Los espectadores aplaudieron el gesto de la chillona, mientras el agua gorgoteaba en el motor del coche.

            Tras el suceso, la gente iba abandonando la plaza. El compañero de viaje fue uno de los últimos. Miró a la mujer que salía del pilón. Hizo un gesto de impotencia con los brazos abiertos y desapareció al doblar una esquina.

            La mujer, con el pelo pegado a la cara y el vestido chorreando, observaba, desde uno de los escalones, la plaza solitaria. Con la mano se apartó una guedeja y, de nuevo, su vista fue de uno a otro lado de su entorno.

Años atrás había abandonado su pueblo. Le ahogaba la estrechez de sus calles y quiso respirar en horizontes más amplios. A su memoria vino  el recuerdo de la mañana, en la que, al comenzar el sol su andadura, con la maleta a sus pies, detuvo su mirada,  por última vez, sobre las siluetas de los edificios que iban tomando forma. Al fin, con el equipaje en la mano, avanzó despacio hasta dejar las últimas casas, camino de la estación de tren. Más tarde, envuelta en su abrigo, contemplaba, desde la ventanilla del vagón, el discurrir del paisaje. Con el traqueteo quedó adormecida y al despertar, pudo ver, a lo lejos, el contorno de la ciudad de su destino. Ya en el andén, le agobió, en principio, el trasiego de la multitud. Después de instalarse en una pensión céntrica y barata, fue recorriendo las calles con los ojos abiertos a todo lo nuevo. Por la noche, al contemplar los luminosos, le parecía que, con sus guiños, le daban la bienvenida a una nueva existencia. Sin embargo sus previsiones no se cumplieron. Trabajó en los empleos más diversos, pero o eran mal pagados o carecía de la suficiente experiencia; no obstante continuaba su búsqueda para no admitir el fracaso. Y se sucedieron los meses y las estaciones, en su cambio, la  acompañaron en el descenso hasta caer en un bar de copas, como chica de alterne. Allí lo había conocido, le pareció un buen tipo, atento y cariñoso. Sus encuentros fueron cada vez más frecuentes. Él le hizo promesas y ella quiso creerlas, estableciéndose entre los dos una creciente intimidad.

Aquel día el hombre vino muy alegre y, después de unos whiskys,  le pidió que le acompañara a dar una vuelta en el coche que acababa de comprar. Y así fue como salieron de la ciudad por la autopista que, más tarde, abandonaron para tomar una carretera local. El coche recorría los kilómetros en competencia con el pasar de las nubes. Ella sacó una mano por la ventanilla para sentir el golpeteo del viento. Estaba contenta.

Dejaron atrás árboles y prados. Un riachuelo les seguía, contiguo a una de las lindes del camino. Tras dos horas desde su salida, avistaron un conjunto de casas. Ella pudo ver, al entrar, el nombre del pueblo, después la calle principal y la fuente, luego el final de un sueño. 
 
                                                                                 




1 comentario:

  1. Me ha gustado mucho el cuento, es una pena, pero sé que en algunas ocasiones una realidad.

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