Me acerco a abrazarla. Se queda quieta.
Intento darle un beso, pero retira la cara. Me doy cuenta de que continúa con
la misma idea. Quiere abandonarme. Me dice otra vez que lo nuestro se ha
acabado. Triste, le contesto que no. Dándome un empujón se levanta. Se va al
dormitorio. Yo voy detrás de ella. Encima de la cama está la maleta cerrada, a
su lado el bolso. Me quedo mirándolo. Es el que yo le regalé. Todavía me quiere,
pienso. Ella colgándoselo del hombro dice:
-Si todavía estoy en esta casa es para
dejarte bien claro que me marcho para siempre y que no deseo verte ni volver a
saber de ti.
Sonrío porque sé que lo que quiere es que me humille,
luego volverá a ser como siempre.
-Ven perdóname y dame un beso, le imploro acercándome
mimoso. Me mira con tanto desprecio, que no puedo soportarlo. Humillado saco la
navaja que llevo en el bolsillo y se la clavo en el vientre. Cuando la hoja
está dentro, la retuerzo una vez, dos. Entra de un modo tan blando que me
sorprendo siempre al recordarlo. Le tapo la boca para que no grite y la dejo
caer al suelo. Con mi pañuelo, le tapono la herida. Después de un rato se
encuentra tranquila, quizá está desmallada. En mis brazos llevo su amado cuerpo
hasta el dormitorio. Me turba su perfume. Me estremezco. Sin esfuerzo, la
levanto un poco hasta hundir mi rostro en su pecho. Siento arder mi vientre.
¿Cómo es posible que tenga tanto deseo de amarla? La deposito en el suelo. Al
poseerla no me rechaza. Todavía me quiere, si no se resistiría. Pero no lo
hace, al contrario, oigo que sus quejidos salen a borbotones.
Después la llevo a nuestra cama y le pongo el camisón
azulina que tanto me gusta, pero antes cambio el pañuelo de la herida para que
no se manche. Desde que la acuesto no vuelve a abrir los ojos. Yo no me separo
de ella ni un momento. A veces me pide agua, pero no se la doy, porque sé que
eso es malo. Dicen que se sufre mucho,
pero en el tiempo que duró su agonía no lo demostró. No vuelve a hablar, aunque alguna vez me
llama. Pero no sé por qué, señor Juez, me llamaba Antonio.
Conversaciones con el Juez: Me llamaba Antonio por Malena Teigeiro se distribuye bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivar 4.0 Internacional.
Qué buen cuento Malena!!!
ResponderEliminarEs una desgracia que esto sea real muchas veces, pero esto solo es un cuento.
ResponderEliminarGracias por leerme. Y es verdad, gracias al cielo solo es un cuento.
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