Me
gusta hablar de mi Madrid, tan variado, tan vocinglero, tan incómodo a veces. Tema
de mis colaboraciones, de monumentos, alguno tan poco conocido, de calles, de gentes.
Es el Madrid en el que nací y al que quiero tanto…
Hoy
cambio. Es que aún sigo pensando sobre lo que hace unos días oí en una de
tantas tertulias radiofónicas, alguien, no sé quién, ya estaba empezada,
disertaba sobre diferencias entre autoridad, autoritarismo, progreso y
progresismo. Vino a mi memoria una “mesa redonda”, un coloquio, al que asistí
hace unos años en el Casino de Madrid sobre idéntico tema, lo que acredita que
sigue vivo, actual e interesante.
Está
claro que dichos conceptos siguen siendo polémicos porque, de alguna manera,
forman parte de la crisis existente en la familia, en el trabajo, en la
sociedad.
Un
psicólogo Riesgo y un filósofo Sabater, distintos ideológicamente, coinciden sin
embargo, en que “la autoridad bien entendida, implica servicio, marchar por
delante con el ejemplo a la hora de las dificultades, prestar atención,
escuchar para enterarse de los problemas y actuar con inteligencia, comprensión
y esfuerzo de mutua confianza, por tanto no confundir con el autoritarismo del
que manda y exige obediencia ciega, con lo que esto conlleva de pérdida de
libertad personal y provoca inmediato rechazo”.
El
diálogo y la comunicación son esenciales, el respeto a las opiniones
contrarias, fundamental. ¿Esto se practica hoy? Pienso que más bien: NO.
En
cuanto a progreso y progresismo, en aquel coloquio se habló con claridad de lo
que significa progreso. “Una búsqueda incesante de la verdad, la bondad y la
belleza, que conlleva las tres formas esenciales de la vida: amor, amistad y
soledad. El amor: la unión completa de dos vidas, de dos sentimientos, unidos,
pero distintos, porque la personalidad es única e irrepetible. La amistad: una
colaboración vital, confianza, ayuda, comprensión. La soledad: más que estar
solo físicamente, la diferencia entre lo que se tiene y lo que se quiere”.
Pues
bien, ¿esto es lo que ahora nos venden como progreso y progresismo? En mi
opinión: NO.
¿Dónde,
quién busca hoy la verdad?
Somos
tan increíblemente irresponsables que cuando hay que asumir algún error o culpa,
miramos hacia otro lado.
¿Dónde
está la bondad?
Generalmente
cada uno va a lo suyo y si es preciso mentir y calumniar para medrar, pues se
miente y se calumnia, y a otra cosa, mariposa.
¿Dónde
está la belleza?
Lo
que impera es el feísmo, lo cutre, el morbo. Una acreditada periodista
manifestaba en un programa de televisión: “pienso que el argumento legitimador
en nombre de audiencia y venta, debería tener un límite ético y estético, habrá
que exigir responsabilidades a directivos y líderes mediáticos por meter a este
país en este asfixiante circo de fieras y
monstruitos. Nunca el tan invocado regeneracionismo nos está haciendo tanta
falta”.
Creo
que vivimos y hablamos demasiado superficialmente, sin pensar con seriedad. No
está de moda.
La
prisa, la rapidez, o lo inmediato son las secuelas del falso progreso, del
progresismo. Esa necia idea con que algunos, espero y deseo que no lo consigan,
pretenden ilusionarnos y convencernos.
¿Les
parece que hoy estoy muy negativa?
Prometo
volver a mis escritos madrileños.
País de mis amores por Mª Isabel Martínez Cemillán se distribuye bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivar 4.0 Internacional.
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