jueves, 7 de agosto de 2014

Mª Isabel Martínez Cemillán: País de mis amores





Me gusta hablar de mi Madrid, tan variado, tan vocinglero, tan incómodo a veces. Tema de mis colaboraciones, de monumentos, alguno tan poco conocido, de calles, de gentes. Es el Madrid en el que nací y al que quiero tanto…

Hoy cambio. Es que aún sigo pensando sobre lo que hace unos días oí en una de tantas tertulias radiofónicas, alguien, no sé quién, ya estaba empezada, disertaba sobre diferencias entre autoridad, autoritarismo, progreso y progresismo. Vino a mi memoria una “mesa redonda”, un coloquio, al que asistí hace unos años en el Casino de Madrid sobre idéntico tema, lo que acredita que sigue vivo, actual e interesante.

Está claro que dichos conceptos siguen siendo polémicos porque, de alguna manera, forman parte de la crisis existente en la familia, en el trabajo, en la sociedad.

Un psicólogo Riesgo y un filósofo Sabater, distintos ideológicamente, coinciden sin embargo, en que “la autoridad bien entendida, implica servicio, marchar por delante con el ejemplo a la hora de las dificultades, prestar atención, escuchar para enterarse de los problemas y actuar con inteligencia, comprensión y esfuerzo de mutua confianza, por tanto no confundir con el autoritarismo del que manda y exige obediencia ciega, con lo que esto conlleva de pérdida de libertad personal y provoca inmediato rechazo”.

El diálogo y la comunicación son esenciales, el respeto a las opiniones contrarias, fundamental. ¿Esto se practica hoy? Pienso que más bien: NO.

En cuanto a progreso y progresismo, en aquel coloquio se habló con claridad de lo que significa progreso. “Una búsqueda incesante de la verdad, la bondad y la belleza, que conlleva las tres formas esenciales de la vida: amor, amistad y soledad. El amor: la unión completa de dos vidas, de dos sentimientos, unidos, pero distintos, porque la personalidad es única e irrepetible. La amistad: una colaboración vital, confianza, ayuda, comprensión. La soledad: más que estar solo físicamente, la diferencia entre lo que se tiene y lo que se quiere”.

Pues bien, ¿esto es lo que ahora nos venden como progreso y progresismo? En mi opinión: NO.

¿Dónde, quién busca hoy la verdad?

Somos tan increíblemente irresponsables que cuando hay que asumir algún error o culpa, miramos hacia otro lado.

¿Dónde está la bondad?

Generalmente cada uno va a lo suyo y si es preciso mentir y calumniar para medrar, pues se miente y se calumnia, y a otra cosa, mariposa.

¿Dónde está la belleza?

Lo que impera es el feísmo, lo cutre, el morbo. Una acreditada periodista manifestaba en un programa de televisión: “pienso que el argumento legitimador en nombre de audiencia y venta, debería tener un límite ético y estético, habrá que exigir responsabilidades a directivos y líderes mediáticos por meter a este país en este asfixiante circo de fieras y monstruitos. Nunca el tan invocado regeneracionismo nos está haciendo tanta falta”.

Creo que vivimos y hablamos demasiado superficialmente, sin pensar con seriedad. No está de moda.

La prisa, la rapidez, o lo inmediato son las secuelas del falso progreso, del progresismo. Esa necia idea con que algunos, espero y deseo que no lo consigan, pretenden ilusionarnos y convencernos.

¿Les parece que hoy estoy muy negativa?


Prometo volver a mis escritos madrileños.









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