Guillermo Cabrera Infante Gibara, Cuba, 1929 - Londres, Reino Unido, 2005 |
Discurso
de aceptación del Premio Cervantes 1997
In
memóriam Octavio Paz
Hay un juego literario
que es, como la literatura, un salto mortal sin red. Consiste en preguntarle al
otro: ¿con quién famoso te gustaría cenar esta noche? Me propusieron ese árbitro
de elegancias que dormía de día y celebraba la noche. Pero yo no sé latín y no
creo que pueda aprenderlo para esta noche. Me nombraron a Shakespeare, pero
entre su inglés y el mío hay distancia de olvido. Por último me susurraron el
nombre de Cervantes.
Ahora estamos sentados
a la mesa en medio del comedor. La misma mesa y todos los muebles son lo que se
vendría a conocer como Renacimiento español: muebles macizos, muebles sólidos.
—Para mí —le dije—,
todos sus libros son un libro: único, real y maravilloso y el mejor que se ha
escrito en nuestro idioma.
—Si no fuera por mis
años y el sol de estas Castillas que me han curtido, me sonrojaría.
—Ya sé que usted no ha
padecido nunca de vanidad ni de envidia literaria.
—Nunca —dijo Cervantes.
En algún lugar de la
casa alguien tañía una vihuela y una voz de mujer cantaba. Reconocí la melodía.
Era Guárdame las vacas, la tonada que originó las variaciones de
Cabezón.
—Me parece que le gusta
la música.
—Mucho.
—A mí también. Cultivo
varias melodías en mis escritos. Su nombre me es familiar. Uno de mis
personajes del Quijote se llamaba así.
—Fue uno que murió de
amor al ver morir a su mujer.
—Así es. ¿De dónde
viene su nombre?
—Alemán de origen.
—¿Es usted alemán?
—Oh, no. Vengo de
América.
—Allá quise ir varias
veces.
—Si hubiera ido nunca
habría escrito el Quijote.
—Pero habría escrito
otras aventuras. Realistas unas, mágicas las otras. Como hicieron Bernal Díaz y
Cabeza de Vaca.
—Pero son memorias, no invenciones.
No puedo evitar pensar
que si los reaccionarios que ocuparon el lugar de los adelantados le hubieran
dado permiso para emigrar a lo que ya se llamaba América, su gran libro hubiera
sido escrito no en España, sino en la Nueva España ¿Qué les parece Don Quijote
de las Indias? ¿Qué tal Sancho Pampa? No habría habido molinos, pero habría
vientos. ¿Es una fantasía americana? Cervantes, en la segunda parte del
Quijote, hace elogio y alabanza de Hernán Cortés y lo muestra como un caballero
ejemplar. Ni más ni menos su par impar.
—¿Es el Quijote una
alegoría de su vida?
No lo pensó mucho para
decir:
—Es la parodia de una
alegoría.
—En todo caso es un
libro maravilloso.
—Es muy amable con mi
libro.
Cervantes tendría mi
edad exactamente ahora, pero era obvio que estaba en el invierno de nuestro
contento: Cervantes por su Don Quijote, yo por mi Cervantes.
—Eso es inevitabilidad
—dije.
—Es una palabra larga
—dijo Cervantes.
—Es una palabra
demasiado larga —dije—, pero inevitable.
El mobiliario del
comedor se hizo contemporáneo, las bujías se hicieron bombillas, el banquete se
vuelve una última cena. Pronto se disolverá el autor, pero antes de que desaparezca
el maestro desaparecerá el aprendiz de Cervantes.
¿Qué es morir sino una
forma de organizarse? ¿Lo dijo Cervantes? ¿O fue mi otro maestro, Martí mártir?
Cervantes dejaba de ser
un mero mortal para pasar a la inmortalidad. Aquí debe acabar mi discurso. Pero
permítanme una palabra o dos antes de irme. Por mi casa de Londres han pasado
varias generaciones de escritores españoles, algunos bisoños, otros veteranos.
Muchos de los jóvenes
escritores han devenido una generación que escribe los libros mejores que se
escriben en español. Grande ha sido mi contento de que así sea.
Quiero destacar a mi
agente, la formidable Carmen Balcells, porque fue ella quien me dio la noticia
de haber ganado el premio por teléfono. Su alborozo fue más grande que el mío porque
a pesar de las voces de Carmen siempre he sido un tanto escéptico. Todavía lo
soy ahora. A todos, empezando por Miguel de Cervantes Saavedra, ¡muchas
gracias!
Respuesta del Rey Juan
Carlos I
Una lengua
humanista y creadora
[...] Festejamos hoy los despejados caminos de
nuestra lengua, cada vez más extendida y mejor cultivada por sus hablantes y
escritores, fundida en la fraternal unión de los pueblos hispanohablantes y
embellecida por el encanto de los acentos americanos.
Esta mañana destaca de
manera especial uno de ellos, el de la querida Cuba, al hacer entrega del
Premio Cervantes a uno de los más conspicuos escritores que ha dado la isla: el
feliz autor de Tres tristes tigres, monumento a la versatilidad de
nuestro idioma, a su aguda comprensión del mundo, a sus infinitas capacidades
de manifestación estética.
Este año de 1998
completa simbólicamente el ciclo de una década que ha visto nacer a la Comunidad
Iberoamericana de Naciones y en la que hemos conmemorado el V Centenario del
Descubrimiento y, con él, el cimiento de la casa común que con tanto amor hemos
ido construyendo.
Un hogar en el que
hacemos realidad nuestros proyectos, y en particular el de una cultura orgullosa
de sus raíces, nutrida de solidaridad, enamorada de la libertad, y que
despliega su imaginación creadora al amparo y por el camino de nuestra lengua
común.
Este espíritu late en
la persona y la obra de Cabrera Infante, empezando por su relación con el
formidable personaje histórico, cultural y literario de Cuba que fue José
Martí. Si Cabrera afirma que Martí es toda una literatura y siempre habrá una
historia literaria, también es cierto que el autor de La Habana para un
Infante difunto tendrá siempre lugar de honor en esa historia.
Y lo ha de tener, sobre
todo, por los acendrados valores literarios, tan cubanos, tan hispánicos, tan
universales que resplandecen en su obra, canónica y ejemplar, muy próxima y
concordante con la cervantina por su capacidad de aunar, desde abiertos
postulados personales, lo particular con lo universal.
A la sombra de
Cervantes, a su modo y medida, también Guillermo Cabrera elige su ciudad y su
país para transformarlos literariamente y, sin perder un adarme de su esencia
particular intransferible, en ciudad y país universales y acogedores. Desde sus
primeros textos, Cuba está presente. La Habana es el principio y fin de su
andadura. Y pues tiene su residencia, desde hace años, en Londres, quizá
convenga recordar la palabras de Dickens:
"Comprendió que
deseaba ser ciudadano del mundo". Pretensión que Cabrera Infante realiza a
través de una propuesta literaria convencida y convincente y una vocación insobornable
y contrastada. Su vida es una permanente transferencia literaria de la realidad
que a todos afecta, con la que ha creado un mundo complejo y atractivo en otra
dimensión de la misma realidad que vive y transfigura. Su labor ha ido
ahormando una lengua humanista y creadora, con la que vida, lengua y literatura
constituyen un todo armonioso.
La suya es una
literatura que potencia el gozo sensible junto al placer de la razón, y en ella
el humor tiene un papel preponderante.
No hay comentarios:
Publicar un comentario