A los veinte años la vida se
manifiesta como fuerza luminosa. El estallido hormonal va encausando sus
motivaciones. La barba que ennegrece el rostro endurece la mirada y los más
profundos sentimientos parecen quedar disimulados; estar latentes, como
agazapados, a la espera del momento de saltar sobre la presa larga y
silenciosamente imaginada. Cuando en el horizonte emocional se perfila su
figura, rauda estalla la pasión, primer momento de regocijo intemperado.
Este análisis que hoy intento
racionalizar quizá no explique a fondo parte de mi biografía, pero si algún
mérito conlleva pienso que iría vinculado a una objetivación de mis pasiones. A
un esfuerzo por entender mejor las propias reacciones que han trazado las rutas
diferentes por las que he atravesado. La trayectoria vital de mis ideas no me
resultaría comprensible sin reconocer una presencia decisiva allá por mis
lejanos veinte años.
En sentido inverso a lo que
imaginamos, mi vida comienza como el año. Nací a finales del invierno. Desde un
largo invierno regresé empapado de premoniciones, y empleo el verbo regresar
por el constante “deja vu” que parece hacerme pisar frecuentemente
escenarios de otro tiempo. Espacios y
episodios olvidados que hoy me salen al encuentro.
Muy al comienzo de mi tercera
década se perfiló aquel rostro en medio de mis quehaceres cotidianos. Media
sonrisa misteriosa, ofrecimiento de música y pasteles a la caída de la tarde,
inmersión sofisticada en el mundo de las artes. Ella me enseñaría a apreciar el
arte impresionista y encaminaría mis pasos hacia los senderos que ilumina el
puntillismo, labor artesanal que ya combinaba pixeles con anterioridad a la
formulación del arte digital.
Breve, muy breve, fue su paso
por la primera gran primavera de mi vida. Fugaz y contundente sacudida. Dulzura
delirante que provocó la efusión total de mi testosterona.
© Ramón L. Fernández y Suárez
Huellas del pasado por Ramón L. Fernández y Suárez se distribuye bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivar 4.0 Internacional.
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Genial, es el análisis de la madurez, reposado y bello
ResponderEliminarMARISA Caballero, creo que te excedes en la valoración de mis modestos recuerdos. De todas formas, gracias por el tiempo que dedicas a la lectura de mis meditaciones
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