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lunes, 5 de enero de 2015

Ramón L. Fernández y Suárez: Huellas del pasado


A los veinte años la vida se manifiesta como fuerza luminosa. El estallido hormonal va encausando sus motivaciones. La barba que ennegrece el rostro endurece la mirada y los más profundos sentimientos parecen quedar disimulados; estar latentes, como agazapados, a la espera del momento de saltar sobre la presa larga y silenciosamente imaginada. Cuando en el horizonte emocional se perfila su figura, rauda estalla la pasión, primer momento de regocijo intemperado.

Este análisis que hoy intento racionalizar quizá no explique a fondo parte de mi biografía, pero si algún mérito conlleva pienso que iría vinculado a una objetivación de mis pasiones. A un esfuerzo por entender mejor las propias reacciones que han trazado las rutas diferentes por las que he atravesado. La trayectoria vital de mis ideas no me resultaría comprensible sin reconocer una presencia decisiva allá por mis lejanos veinte años.

En sentido inverso a lo que imaginamos, mi vida comienza como el año. Nací a finales del invierno. Desde un largo invierno regresé empapado de premoniciones, y empleo el verbo regresar por el constante “deja vu” que parece hacerme pisar frecuentemente escenarios  de otro tiempo. Espacios y episodios olvidados que hoy me salen al encuentro.

Muy al comienzo de mi tercera década se perfiló aquel rostro en medio de mis quehaceres cotidianos. Media sonrisa misteriosa, ofrecimiento de música y pasteles a la caída de la tarde, inmersión sofisticada en el mundo de las artes. Ella me enseñaría a apreciar el arte impresionista y encaminaría mis pasos hacia los senderos que ilumina el puntillismo, labor artesanal que ya combinaba pixeles con anterioridad a la formulación del arte digital.

Breve, muy breve, fue su paso por la primera gran primavera de mi vida. Fugaz y contundente sacudida. Dulzura delirante que provocó la efusión total de mi testosterona.




© Ramón L. Fernández y Suárez




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2 comentarios:

  1. Genial, es el análisis de la madurez, reposado y bello

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    1. MARISA Caballero, creo que te excedes en la valoración de mis modestos recuerdos. De todas formas, gracias por el tiempo que dedicas a la lectura de mis meditaciones

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