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miércoles, 11 de febrero de 2015

Alejandro Chanes Cardiel: La pesca

Trucha arcoiris








Barbo común


         Poco después del amanecer, ya estaba con la ropa apropiada para ir a pescar con sus amigos Sebastián y Mauro. Era el inicio de la temporada y los barbos y truchas estarían saltando en el río.

Miró hacia la cama en la que dormía su mujer. El camisón, a medio levantar, dejaba ver una sugerente parte de su cuerpo. Y la mirada de  Manolo quedó enganchada en aquel esplendor. El deseo comenzaba a acuciarle y todo el ropaje pesquero hizo que comenzara a sudar.  Su mujer hizo un movimiento, y el camisón trepó hasta la cintura. Manolo, con el sombrero en la mano, se abanicaba. Su mirada iba de la caña de pescar al cuerpo ingrávido y sensual hasta que  ya no pudo resistir ese envite y se puso a toser.  Ella, al despertar, con los ojos aún medio velados por el sueño, le preguntó:

-¿Qué haces?, ¿No te vas?

Y él, con voz vacilante,

-Digo yo que quizás podríamos…,
Fue entonces cuando la mujer pudo ver la mirada de Manolo y su pretensión oculta.

-¡Ah no!-, dijo con rapidez. Yo no sé lo que tú podrías pero yo no puedo, dijo mientras tiraba de la sábana hasta la cabeza. Así que coge tu caña y vete con tus amigos, pero ¡Ya!

La orden era contundente y sin apelación por lo que Manolo, cariacontecido, se puso el sombrero y con su caña en la mano fue hacia la puerta, a  la vez que murmuraba: Anda que ahora sí que tengo yo el cuerpo para pesca.

Desde la cama, su mujer le gritó:

-¿Qué rezongas?

-Nada-, le respondió, -que si quieres trucha o barbo.






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