Trucha arcoiris |
Barbo común |
Poco
después del amanecer, ya estaba con la ropa apropiada para ir a pescar con sus amigos Sebastián y Mauro. Era el
inicio de la temporada y los barbos y truchas estarían saltando en el río.
Miró hacia la cama en la que dormía su mujer. El camisón, a medio levantar, dejaba ver una sugerente parte de su cuerpo. Y la mirada de Manolo quedó enganchada en aquel esplendor. El deseo comenzaba a acuciarle y todo el ropaje pesquero hizo que comenzara a sudar. Su mujer hizo un movimiento, y el camisón trepó hasta la cintura. Manolo, con el sombrero en la mano, se abanicaba. Su mirada iba de la caña de pescar al cuerpo ingrávido y sensual hasta que ya no pudo resistir ese envite y se puso a toser. Ella, al despertar, con los ojos aún medio velados por el sueño, le preguntó:
-¿Qué haces?, ¿No te vas?
Y él, con voz vacilante,
-Digo yo que quizás podríamos…,
Fue entonces cuando la mujer pudo ver la mirada de
Manolo y su pretensión oculta.
-¡Ah no!-, dijo con rapidez. Yo no sé lo que tú podrías pero yo no puedo, dijo mientras tiraba de la sábana hasta la cabeza. Así que coge tu caña y vete con tus amigos, pero ¡Ya!
La orden era contundente y sin apelación por lo que Manolo, cariacontecido, se puso el sombrero y con su caña en la mano fue hacia la puerta, a la vez que murmuraba: Anda que ahora sí que tengo yo el cuerpo para pesca.
Desde la cama, su mujer le gritó:
-¿Qué rezongas?
-Nada-, le respondió, -que si quieres trucha o barbo.
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La pesca por Alejandro Chanes Cardiel se distribuye bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivar 4.0 Internacional.
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