Placa en memoria de las víctimas Polideportivo Municipal "Daoiz y Velarde" |
Es difícil
olvidar ese 11 de marzo de 2004, si vives, precisamente, frente a las vías
donde ocurrió tan horrible atentado. Ahora, a causa del frío invernal, el
jardín que construyó el Ayuntamiento de Madrid junto a la valla de Renfe está
mustio. La savia de sus plantas se ha retraído, y aunque los días de enero
empiezan a crecer muy despacio, todas ellas florecen según el reloj de su
propia naturaleza. Hay tres cipreses ornamentales, que dada su condición de enanos
nada más han crecido unos centímetros; por delante de ellos pasan los modernos
trenes de cercanías, el antiguo Talgo con motor de gasoil, y los flamantes Ave,
Avant, Altaria, Alvia, etc., de tracción eléctrica que comercializa el
organismo estatal.
En todos estos
años, once nada menos, no han dejado de venir los familiares de aquellas
inocentes víctimas para honrar a sus muertos con ramos de flores. Pasadas estas
fechas, la valla que fue derribada de inmediato para atender urgentemente a los
heridos volverá a su soledad de siempre. La yedra del jardín municipal va
escalando por esos barrotes, y parece como si el ecosistema verde quisiera
poner un fino velo, un telón verdoso que nos oculte aquel horrible escenario
del crimen. Los trenes que utilizan esos caminos de hierro, ni muchos de sus
viajeros, viajando a tanta velocidad, no pueden dedicar un instante para
centrar sus sentidos y pensar cómo ocurrió aquella desgracia.
Y contra todo
pronóstico, contra tanta lucha de todos con todos, para que no vuelvan a
ocurrir semejantes sucesos de traición al propio ser humano, resulta que un
sentimiento radical y de odio nos va infectando el continente europeo en
particular, u otras regiones del mundo en general. Ahora nuestros vecinos
franceses han sufrido en sus propias carnes, el crimen de unos fanáticos contra
el propio país que los vio nacer; Europa entonces tembló, de arriba abajo, y
sin distinción de lenguas ni credos, millones de personas se movilizaron para
repudiar tan salvaje proceder.
Hace once años, nosotros
estuvimos más solos y desamparados que un árbol sin sombra. El ataque de los
fanáticos fue más brutal, en diversos puntos de la capital del Estado, con un
número mucho mayor de víctimas y heridos; nos acusamos los unos a los otros,
entre gobernantes y gobernados, moviendo sillas, cambiando despachos, coches
oficiales, para terminar en un juicio que no satisfizo a casi nadie. Nuestra
secular historia tiene ese reflejo en el exterior, como si dijeran: mejor
dejarlos solos y que se las arreglen ellos.
Y así, igual de
triste y sola está la placa de mármol que tuvieron a bien instalar en el polideportivo
municipal de mi barrio; el Daoíz y Velarde, en memoria de unos héroes del
Madrid del siglo XIX, que se utilizó hace once años como hospital de campaña para
atender con urgencia tantos heridos que tuvimos ese 11-M. La piedra caliza con
que está hecha esa losa a modo de recordatorio, nos ha de sobrevivir con tal de
no olvidar aquel injusto estremecimiento, cuando tantos hombres y mujeres
inocentes se preguntaron por qué se vengaron en ellos.
Eran seres sencillos,
camino de sus labores, y algunos nunca llegaron.
11 de marzo de 2004 (11 años) por Pedro Miguel Ortega Martínez se distribuye bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivar 4.0 Internacional.
© Pedro Miguel Ortega Martínez
11 de marzo de 2004 (11 años) por Pedro Miguel Ortega Martínez se distribuye bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivar 4.0 Internacional.
Precioso recuerdo de un triste suceso que el paso de los años no consigue que dejemos de sentir una emoción que encoge nuestro corazón cuando llega el fatídico 11 de marzo. Las víctimas, las madres, los heridos. Personas que voluntariamente participaron en socorrer a las victimas y tuvieron ante sí el horror. Efectivamente, quisieron confundirnos, pero la verdad sólo tiene un camino. Quizás nosotros mismos alimentamos la confusión poniendo intereses partidistas por delante del horror. Fuera se entretenían preguntándose por qué en España no se decía la verdad.
ResponderEliminarGracias por tu testimonio, por tu ayuda y por tu entrega.
Nunca olvidaré ese día. Tampoco voy a entender nunca porque existen varias asociaciones de víctimas.El dolor de los que perdieron a los suyos es el mismo. La política lo ensucia todo. Te agradezco que lo recuerdes, Muy buen artículo que refleja fielmente el dolor de todas las personas de buena voluntad. Muchas gracias por rendirles ese homenaje.
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