Cabra doméstica Foto: Wikipedia, la enciclopedia libre |
En aquel pueblo perdido en la llanura castellana, todo duerme a la hora de la siesta. Mi abuelo reposa en su sillón de mimbre, mientras los nietos, en la cama en el piso de arriba, esperamos la hora de levantarnos. El silencio se esparce en la casa y fuera de ella que solo quiebra el chirriar de algún grillo.
Un
fuerte golpe en la puerta pone en guardia a mi abuelo quien dice, a voz en
grito:
-Adelante,
sea quien sea.
Los
goznes crujen y en el zaguán aparece, una cabra que, enloquecida, corretea de
un lado a otro. De nuevo, sonido de goznes y, como una exhalación y gritando,
entra la señora Inocencia, la dueña del animal que, con un palo, se esfuerza en
hacerla salir a la calle.
Mi
abuelo, aún medio dormido, trata de ayudar a la mujer. Se inicia una carrera a
lo largo y ancho del portal persiguiendo a la cabra. Mi abuelo tropieza y hace
caer un jarrón, situado en una esquina. Afuera, el cielo se ha ensombrecido,
preludio de la tormenta que estalla al poco. En el interior, siguen las
carreras y nosotros, junto con mi abuela, desde lo alto de la escalera,
asistimos divertidos a la escena.
En
esto que la estancia se ilumina con el resplandor de un relámpago, seguido del
formidable retumbo de un trueno, justo cuando la cabra pega un topetazo a la
señora Inocencia que, en el suelo y creyendo llegada su última hora, junta las manos y suplica:
-Señor,
acógeme en tu Seno.
Una visita inesperada por Alejandro Chanes Cardiel se distribuye bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivar 4.0 Internacional.
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