Pintura de una familia gitana española |
Todos los
años secundo la tradición. En fecha cercana al día de todos los Santos, visito
las sepulturas donde reposan los restos de aquellos que, en algún momento, compartieron parte de su
vida conmigo, o me contaron muchas historias sobre ellos, tantas, que sin
conocerlos han vivido junto a mí.
Cumplo todos
los requisitos, limpio esos mármoles y granitos ennegrecidos y llenos de polvo.
Circunstancia lógica, nada los reguarda. Es una limpieza efímera y absurda,
pero allí me presento, pertrechada de todo aquello que considero necesario.
Botes de pintura, brochas, botellas de lejía, estropajos, muchas bayetas, y
siempre pienso lo mismo, ¡esto no tiene sentido!, pero lo hago año tras año.
Cuando termino, y veo ésa lápida limpia que adorno con flores, olvido el
cansancio y respiro; debe ser la satisfacción del deber cumplido. La tradición
tan tremendamente interiorizada, que cuesta tanto evitar. Miro en derredor mío y
prácticamente todas presentan idéntico aspecto, limpias como los chorros del
oro. Centros de flores de diferentes
colores, algunas colocadas con mesura, otras con un floristería completa
encima. Hasta en eso somos ilógicos, no nos ponemos de acuerdo con hermanos
primos y demás familia. Cada hermano, hijo, etc., aporta su centro, es como si
quisiéramos demostrar individualmente lo que nos acordamos. En algunos casos no
se los cuidó cuando lo necesitaron. En fin, así es la vida, cada uno sacará sus
propias conclusiones, ¿quién soy yo para cuestionarlo?
Al vivir en
localidades diferentes, es inevitable que algún que otro miembro de la familia
se haya quedado para siempre. Yo digo que se cansó de traslados, decidió que
era un buen lugar. Todos “mis pueblos” son entrañables, no es extraño que
quieran permanecer en alguno de ellos hasta el fin de los tiempos.
Ese capricho de la naturaleza, que sin pedir
permiso, te reclama para otras funciones, me obliga a hacer diferentes rutas
para atender a todos, los que se fueron apeando en distintas estaciones.
A mis
familiares y amigos les digo que voy a revisar las parcelas. Siempre me cuento
la misma historia para cumplirlo, el día que yo deje de hacerlo, nadie lo hará.
Lo curioso es que no lo reprocho, lo entiendo. Empiezo a pensar que estoy fatal
del coco.
En una de
mis rutas por los camposantos. Concretamente en la sepultura de una hermana, a
la que apenas conocí. Año, tras año encontraba una flor. Pregunté a todos los
amigos y conocidos. Nadie la había
colocado. Aquello se convirtió en un misterio, en cada una de mis visitas,
siempre lo mismo, allí estaba. Conjeturas propias y familiares. No cabía pensar
en un enamorado, mi hermana tenía casi siete años cuando falleció y estuvo
aquejada durante su corta vida de una grave enfermedad. Al llegar a casa
siempre me preguntaban ¿estaba la flor?
Llegó un
momento que aquello se convirtió en costumbre, quizás la persona que cada año
la depositaba, conocedora de que nadie de la familia residía en el pueblo, la
dejaba compasivamente para que al menos una flor la acompañara, no lo terminaba
de comprender, yo siempre llevaba flores.
Hace tres
años, llegué con mis pertrechos habituales, dispuesta a realizar la tarea
anual. La flor no estaba, sentí pena, seguro que al donante le había pasado
algo, ¿habría muerto? Sin terminar mentalmente de hacerme la pregunta, una desconocida
mujer, vestida de negro, medias negras, con pañuelo negro a la cabeza, como a la
antigua usanza, con los brazos en
jarras me espetó muy enfadada:
- ¿Quién es usted y qué hace en esta sepultura?
La miré sorprendida y contesté altanera, demasiado desabrida:
- No tengo
que darle ninguna explicación, esta sepultura es mía, enfatizando la propiedad,
mía, casi grité, aquí está enterrada mi hermana.
La mujer
de negro, abandonó su postura hostil, y hablando para sí, dijo: - Debe de ser
la pequeña.
Yo no
entendía nada. La mujer, abandonando su gesto, me miró, sonrió y explicó:
- Soy la
gitana... la Luisa... la mujer del Nono, ¡Pobrecito ya se murió!, está allá
arriba, en los nichos. Su padre siempre
fue muy bueno con nosotros, por eso todos los años traigo una flor a su
hermana, de plástico, eso sí, pero me gusta cuidar su tumba.
He de contar
que mi padre era Guardia Civil.
Solo pude
hacer una cosa, además de darle las gracias, la abracé. Muchos recuerdos de mi
niñez llegaron a mi mente, la vi con su hatillo vendiendo telas, a su padre
sentado a la puerta de su cueva, con su cayado y sombrero de patriarca gitano. Al Nono esquilando caballerías.
Aquél día,
recibí una lección de generosidad, auténtica caridad, de la persona más humilde.
GRACIAS LUISA, CARIÑOSA
AMIGA GITANA
Bandera gitana |
Una flor misteriosa por Marisa Caballero se distribuye bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivar 4.0 Internacional.
Muy buen detalle, Marisa. Sigues creciendo en tu personal literatura, y describes muy bien las situaciones, tanto por el entorno como por las personas que intervienen en tus relatos. Tus amigos tertulianos tuvimos el privilegio de leer esta nueva colaboración por adelantado. Que se agradece, y sirve para afianzar, más todavía, el buen grupo que hemos llegado a consolidar gracias a compartir este tipo de inquietudes; otra más entre tantas como llevas adelante. Muchos de cuantos asistimos tardíamente a la Universidad Complutense de Madrid, dejamos constancia del bien intelectual con que se enriqueció nuestro pensamiento; y para muestra vale una mujer emprendedora como es Marisa, y un buen artículo –otro más- como es éste. Enhorabuena.
ResponderEliminar¡Que bonita historia! Narrada de forma genial, como tu sabes hacerlo, Marisa. Es un relato aleccionador sobre la bondad y la gratitud de personas y oficios que a veces se prejuzgan como antagónicos. Aquí vemos que la belleza de la gente buena siempre nos adorna la vida.
ResponderEliminarMARISA:
ResponderEliminarAunque conocía ya de viva voz el argumento, leer tu reseña me ha avivado la convicción de que todos tenemos cosas hermosas que recordar y compartir. Enhorabuena.
Gracias Ramón. Le agradeceré a Pilar toda mi vida, su fidelidad y cariño. Lo he contado muchas veces, porque creo es algo que lo merece.
EliminarMe encanta, como me gustan los recuerdos plasmados en "papel", enhorabuena como siempre!!
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