Una mañana mientras se desperezaba en la cama tocó un bulto en su mama
derecha. Se sentó como un resorte. Al levantarse notó que se le doblaban las
rodillas. Consultó con varios médicos y en diez días se vio ante un cirujano.
Tras la operación dijeron que había que esperar resultados. Y como era paciente,
en ambos sentidos, asintió.
Esto tiene un cariz feo, dijo el oncólogo. Yo pondré
todo mi saber, no puedo prometerle nada, pero necesito que usted ponga todo su
ánimo. Van a ser los peores meses de su vida.
Las señales son importantes y cuando la citaron para
comenzar la quimioterapia, justo el día de su cumpleaños, no podía significar
otra cosa que no fuera un nuevo renacer.
Las sesiones de quimio y radio fueron pasando con los
altibajos propios. Se presentó para la última sesión y los análisis no dieron
los resultados esperados.
A pesar de las
inyecciones y contra todo pronóstico no hemos logrado los leucocitos necesarios
para poderle administrar hoy el tratamiento, dijo el doctor. No quiero hacerla
sufrir más. Se acabó, que sea lo que Dios quiera.
Comenzó entonces con un tratamiento de cinco años a
base de unas pastillas. Leyó en varios libros sobre las contraindicaciones que
tenía y quiso hablar de ello con el oncólogo:
‒La he mandado a
leer.
‒No, doctor.
‒Entonces, no lea.
Doctor, le decía mentalmente, el muerto lo pongo yo y
quiero saber a lo que me expongo.
‒No le hace falta
leer, continuaba el médico, lo que tiene que hacer es pensar en forma positiva.
‒Sí, doctor.
Estuvo cerca de un año sin poder pronunciar la palabra «cáncer». Un día surgió, la dijo sin pensar, la repitió muchas veces en voz
alta y perdió el miedo, más no el respeto, a ese aciago vocablo.
Han pasado muchos años. Y aquí está. Siempre ha sido
una privilegiada por tener una familia y unos amigos excepcionales. Todos la
ayudaron a no sentir lástima de sí misma. La arroparon durante todo el
tratamiento y cuando dejaron de mimarla supo que había triunfado sobre la
enfermedad.
© Marieta Alonso Más
Tus palabras se deslizan suavemente sobre el papel, parece que todo tiene una solución.
ResponderEliminarA veces sí, a veces no. Más en este caso sí. Besos
EliminarPuedo hablar por penosa experiencia. Y ese calor humano abriga más que la mejor estufa.
ResponderEliminarCon gente que te quiera a tu alrededor se solventan muchos obstáculos.
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