Dulce Mª Loynaz |
Señor que lo quisiste: ¿Para qué
habré nacido?
¿Quién me necesitaba, quién me había pedido?
¿Qué misión me confiaste? Y ¿por qué
me elegiste,
yo, la inútil, la débil, la cansada...? La triste.
Yo, que no sé siquiera qué es malo
ni qué es bueno,
y si busco las rosas y me aparto del cieno,
es sólo por instinto. Y no hay
mérito alguno
en la obediencia fácil a un instinto oportuno...
Y aún más: ¿Pude hacer siempre todo
lo que he intentado?
¿Soy yo misma siquiera la que había soñado?...
¿En qué ocaso de alma he disipado el
luto?
¿A quién hice feliz tan siquiera un minuto?
¿Qué frente obscura y torva se
iluminó deprisa
tan sólo ante el conjuro de mi pobre sonrisa?
¿Evitar a cualquiera pude el menor
quebranto?
¿De qué sirvió mi risa; de qué sirvió mi llanto?
Y al fin, cuando me vaya fría,
pálida, inerte...
¿Qué dejaré a la Vida? ¿Qué llevaré a la Muerte?...
Bien sé que todo tiene su objeto y
su motivo:
Que he venido por algo y que para algo vivo.
Que hasta el más vil gusano su
destino ya tiene,
que tu impulso palpita en todo lo que viene...
Y que si lo mandaste fue también con
la idea
de llenar un vacío por pequeño que sea...
Que hay un sentido oculto en la
entraña de todo:
En la pluma, en la garra, en la espuma, en el lodo...
Que tu obra es perfecta: ¡Oh
Todopoderoso,
Dios Justiciero, Dios Sabio, Dios Amoroso!...
El Dios de los mediocres, los malos
y los buenos...
En tu obra no hay nada ni de más ni de menos...
Pero... No sé, Dios mío: Me parece que a ti
–¡un Dios...!– te hubiera sido fácil pasar sin mí...
Extraordinario. Escueto, triste, inspirado, con vocación soñadora que tuvo su origen entre la rica y peculiar producción artística y literaria de un entorno perdido ya en la memoria de quienes tuvimos el amargo privilegio de conocer y perder un parnaso irrepetible.
ResponderEliminarMe alegro mucho que te haya gustado.
EliminarCuántas preguntas esenciales se hace Dulce María.
ResponderEliminarLo bueno de hacerse tantas preguntas es que tarde o temprano recibes respuestas.
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