Los que somos aficionados a la papelería solemos
tener infinidad de utensilios de oficina: bolígrafos, lápices de colores, gomas
de borrar y los adorados cuadernos. Estos últimos son esenciales para los que
nos dedicamos a escribir. A veces, son solo unos esbozos plasmados en un papel,
en otros casos no podemos dejar de emborronar hojas y más hojas antes de dar el
salto al formato digital.
Para muchas personas, estos compañeros de papel no son más lugares apropiados para apuntar cosas que debemos hacer o recordar. Pero, para muchos de nosotros son mucho más, porque de un simple apunte puede surgir una idea que nos cambia la vida. Tengo un cuaderno rojo de donde ha salido algo bonito, también hay en mi estantería otro negro que podría tener potencial, pero sin lugar a dudas mi favorito es el verde.
Es un
cuaderno con espiral tamaño A4 con hojas blancas, ni una raya ni un cuadro en
ninguna de sus páginas. Deseaba mucho tener uno así, por eso mi padre salió en
su búsqueda y captura y aunque tardó un poco en encontrarlo, me lo trajo, con
su adorable sonrisa y su cara de buena persona. En ese cuaderno empecé a
desarrollar una de las historias más ambiciosas que tengo en mente y sé que si
sale algo bueno, se lo deberé a mi querido padre.
Gracias
por hacerlo todo por mí cuando aún estabas aquí y gracias por seguir haciéndolo
ahora, que me cuidas desde el cielo.
Te
quiero, papá.
© M. J. Pérez
Muy tierno...
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