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lunes, 25 de julio de 2016

Cristina Vázquez Salinero: Un caso difícil

La dama del armiño
El Greco



El comisario Sandoval, un hombre en la cincuentena tardía, era una mezcla de inspector de película por su forma de hablar desgarrada, los modales toscos, y padre de familia por su tranquilidad y aire bonachón.

Al llegar al apartamento de Christofer  Anders, el desorden que reinaba le pareció exagerado. La ropa salía de los cajones en cascada, una lámpara en el suelo, papeles por todas partes y un olor ácido, como de un producto químico. Lo único que de verdad llamó su atención fueron unos guantes de látex en la papelera.

Esa mañana recibieron una llamada angustiada, casi histérica del Sr. Anders diciendo que le habían asaltado su apartamento y golpeado, pero al llegar al mismo el pájaro había desaparecido.

El inspector Sandoval se sentó en la silla que estaba tras la mesa de despacho, crujió los dedos, costumbre que tenía cuando empezaba a analizar un caso y encendió un pitillo.

¿Quién era este pollo. Alguien lo sabe? 

Un tratante de arte o galerista. Es inglés.

Alguno tenéis una de esas cosas para mirar Internet –dijo estirando las piernas.

El joven y espabilado Briones sacó de su mochila una tablet.

Nacido en Birmingham hace cuarenta y siete años. Vivió en Egipto y Jordania, pues su padre trabajaba en una empresa petroquímica. Estudió arte en Oxford y tiene una tesis importante sobre pintura española del dieciséis, de la que es un experto.

¿Dice algo más la maquinita?

Cosas sin importancia.

La importancia Briones, la decido yo. Déme ese cacharro.

Sacó sus gafas que potenciaban su aire de rastreador.

Casado dos veces, una de ellas con una lady Walpepe o algo así. El inglés no es mi fuerte. No tiene residencia conocida y asesora en arte por todo el mundo _apagó el pitillo.

¿Podéis identificar a qué huele?

Un poco a amoniaco, parece dijo Briones.

Tienes razón.

Pidió una bolsita para guardar pruebas y recogió de la papelera los guantes.

Vámonos.

Después de llamar a su mujer, para preguntarle qué tal había pasado la mañana, pues era una mujer enfermiza a la que él cuidaba con la dedicación de un padre. No tenían hijos y ella se apenaba de no haber sido capaz de dárselos. Él la tranquilizaba y prometía que los hijos eran una lata.

Comió, como siempre, en la taberna de Eusebio.

Me va a pillar algún caco, Eusebio. Con la comida que hace tu mujer me estoy poniendo como una circunferencia. Mañana ligerito ¿eh?

Mientras comía, rumiaba. Este Anders... habrá que llamar a la embajada británica, bucear más en quien es, hay algo en ese pollo ... y daba un buen trago de su cerveza helada.

Volvía paseando para hacer la digestión, y al llegar, Briones le dijo que una señora preguntaba por él y que era extranjera, no se la entendía ni jota.

Dijo que la hicieran pasar y entró una mujer alta y rubia, de una edad madura indefinida. Iba bien arreglada, olía a un perfume floral, que sin ser exagerado dejaba rastro. Cuando se quitó las gafas de sol, Sandoval pudo observar el azul intenso de los ojos y un pequeño angioma en el pómulo. Pensó que seguro sería más grande, pues una mujer tan cuidada nunca dejaría traslucir esa tara. Sonrió y sus dientes, aunque parejos, amarilleaban un poco.

Hola, I am lady Walpope y empezó a hablar, mas bien a susurrar, en inglés con aceleración.

Sandoval pensó, molesto, ¿por qué estos ingleses se creerán que todo el mundo habla su carajero idioma?, e hizo un gesto con la mano a la señora.

Estop, madam. Un moment y se dirigió a la puerta del despacho. A ver que venga Nieves a traducir.

Le explicó que su ex marido la había llamado asustado, le dijo que tenía problemas y ella había venido a España y se encontró con el apartamento revuelto y sin él. Al hablar movía pausadamente las manos grandes, con las uñas pintadas de un rojo muy oscuro.

¿Tiene llaves de la casa de ese señor?

Sí, contesto Nieves dice que aunque estén separados, comparten muchas cosas y ahora estaba en troubles, en problemas.

¿Cuáles?

Ha desaparecido de su colección el cuadro más valioso. La Dama del Armiño del Greco.

Joder, esto se pone caliente. No lo traduzcas, guapa. 

Nieves siguió, dice que Christofer tenía una oferta muy importante por el cuadro. Se estaba negociando la venta. Lady Walpope bajó los ojos, mostrando un maquillaje intenso en los parpados y la sombra de las pestaña ¿postizas? inquietó a Sandoval.

Dile que hay que avisar al Ministerio del Interior y a la Embajada. ¿Cómo se va a negociar eso sin que participen los gobiernos?

La señora perdió su compostura y alargando una mano por encima de la mesa, apretó la del comisario con una intensidad que casi le hace daño. Él la apartó con delicadeza.

Please, inspector. Su vida puede correr peligro, no llame a nadie hasta que él no aparezca. Creo que la operación no era muy legal y lo ha hecho a mis espaldas, pero me importa más su seguridad.

A ver, Nieves guapa, dile que lo siento. Tengo que avisar, si no me hago cómplice.

All right se sostuvo la frente y dedicándole una mirada suplicante, dijo que esperaba sus noticias; estaría en el hotel Ritz.

Que rara es esta gente.  ¡Que le han robado el Greco! Cómo si te hubieran quitado un juanete.

Antes de que le trajeran  los teléfonos de la embajada y el Ministerio le pasaron una llamada que dijeron era muy urgente.

Comisario, soy Christofer Anders. Disculpe por lo de esta mañana, pero he tenido serios problemas que resolver.

Hablaba un correcto español con un acento mezcla de sudamericano e inglés.

Mi ex mujer lady Walpope, me acaba de llamar. Sé que ha estado ahí. ¿Podría venir a mi casa?, tengo algo muy importante que decirle.

Sandoval colgó.

Estos guiris que les den. Que venga Briones. Volvemos a casa del Anders.

Cuando llegaron al apartamento estaba todo en perfecto orden. El señor Anders era un hombre alto, huesudo, moreno y de movimientos lánguidos.

Comisario, señor agente. Espero sepan disculparme. Les agradezco su colaboración. Siéntense por favor.

Les ofreció una bebida y se sentó hundido en un sofá, con las piernas cruzadas y la mano en el pecho.

Mi ex mujer les ha dicho que han robado la Dama del Armiño de su colección. Es perfectamente falso, el cuadro sigue en su sitio, con todo el sistema de seguridad conectado. Pueden llamar al pequeño museo que lo expone y que le hagan un video, incluso pregunten a la policía inglesa y les confirmará lo que digo.

Descruzó las piernas y se pasó la mano por el pelo ahuecándoselo, luego se tocó el pómulo y Sandoval,  recordó el angioma de la mujer.

Esta mañana me han golpeado, estoy tan nervioso. No sé quién habrá sido.

El inspector se dijo este mamba no es trigo limpio.

Mi ex mujer no está bien de la cabeza y le gusta inventarse situaciones extremas, dramáticas. No es la primera vez. Una, acusó de falsificación a un museo y otra, robó ella una joya en el museo de Beirut. Pero no quiero cansarles.

Se sujetó la nuca como si le doliera el cuello.

Pasa temporadas retirada en centros psiquiátricos bajando los ojos con recogimiento siguió la pobre es bipolar; es muy duro convivir con esa enfermedad.

Se puso en pie y dijo que hicieran cuantas comprobaciones creyeran necesarias.

Habla usted muy bien el español.

Gracias, viví en Chile unos años.

Está usted muy viajado, sí señor. ¿También habla árabe?

Sí, también. ¿Cómo lo sabe?

El inspector Sandoval se acercó a ver a su mujer, pero había salido.

Ventiló la casa, siempre flotaba un olor agridulce que a él a veces se le hacía irrespirable. Recogió un poco los cacharros de la cocina y puso orden en el cuartito donde ella se sentaba. Cada vez se le iba más la cabeza a la pobre y era menos hábil con las manos. Tendría que ingresarla antes o después y sentía que el corazón le sangraba de pena. Y pensó en la lady ingresada a temporadas y en el corazón sangrante de Jesús. 

¿Habría sufrido el Sr. Anders por culpa de su mujer? A lo mejor.

Decidió que iba a ir al hotel Ritz a husmear, no vivía tan lejos.

El portero le miró con cierta impertinencia. Menudo imbécil, con la pintarra que tenían los que están ahí. Él, al fin y al, cabo iba como un señor con su traje gris, un poco arrugado y brillante, pero como un señor, carajo.

Sentado en una de las butacas mullidas, se fue arrellanando, sintiendo la dulzura del aroma que esparcía un centro de flores, a la que le ayudaba el jerez que se había pedido y pensó quedarse dormido en esa butaca y no volver a su casa.

A lo lejos le pareció distinguir una figura conocida. Era Anders que entraba en el ascensor con un hombre distinguido muy moreno. Charlaban amigablemente, como viejos conocidos.

Sandoval se identificó en la recepción para comprobar si estaba registrada Lady Walpope, le confirmaron que así era. Pidió que le pasaran la llamada al cuarto, pero no hubo respuesta. En la hoja de registro estaba la copia de su pasaporte y su firma.

No durmió bien. En la comisaría le pidió a Briones, que Nieves llamara a Inglaterra al museo dónde estaba el cuadro, para que confirmaran la versión del Sr. Anders y sí había surgido alguna irregularidad.

Todo en orden, salvo que hubo un corte de luz general en ese barrio de Londres. Se temieron una alarma terrorista, pues hasta los generadores del museo se apagaron unos minutos. Pero todo estaba en orden.

Ahí está, Briones, no sé como, pero ahí está el truco. Yo no veo claro este asunto. Hay gato encerrado. Voy a dar orden para que no se vaya ni la lady ni el listillo ese. Ayer estaba en el Ritz ¿qué haría?

Llamaron a casa de Anders y nadie respondió, en cambio ella sí estaba en el hotel.

Cuando llegaron les estaba esperando en el bar. Iba igual de arreglada que el día anterior, aunque la mancha del angioma era más pálida y olía a pintura de uñas. Debían hacer un extraño cuarteto. Nieves, Briones, el comisario y la Lady.

Dile, que llame a Anders, que quiero verles juntos.

Imposible. Él ya se ha marchado –contestó mientras bebía con parsimonia su martíni.

Claro que es imposible señora mía, porque usted es Anders.

Se echó a reír en un tono muy bajo y le dijo en español.

Más listo de lo que esperaba, sí señor, es un juego inocente. Mi ex mujer está ingresada en Inglaterra y a mí me divierte. ¿Le molesta? Es usted de los antiguos y le palmeó el antebrazo qué pena. No está tan mal‒. Se echó para atrás en el sillón. Un poco mejor arreglado y hasta resultaría atractivo. Se lo aseguro.

El olor a amoniaco y los guantes para teñirse, ¿verdad monada?

Qué inteligente, no se le pasa una.

¿Dónde está el cuadro?

¿Qué cuadro? Oh la Dama. Dónde tiene que estar. ¿Dónde si no?

Briones, ponle las esposas. Lo llevamos detenido

Por Dios, cómo son los españoles. No será por vestirme de mujer, espero.

No, por haber robado el cuadro.

Demuéstrelo, chico listo.

Se levantó y con un gesto teatral, le tiró un beso antes de desaparecer.

Si lo encuentras me llamas, guapo.

¿Qué hacemos comisario? Se nos escapa.

Nada Briones, no tenemos nada en la mano para detenerle. Hay que llamar a Inglaterra que comprueben que es el cuadro auténtico.

Esperaron tres días, en los que la inquietud y la sensación de fracaso se apoderó de Sandoval y de toda la comisaría por extensión. Reñía, cosa infrecuente en él, y en la taberna de Eusebio pedía sales de frutas. Le costaba más que nunca volver a su casa. Se retorcía las manos y la cabeza, pensando qué es lo que no encajaba.

Al fin llamaron de Londres y con gran alarma confirmaron que el cuadro era una copia, magnifica, difícil de apreciar, pero que así era.

Pidió que le localizaran a lady Walpope y al cabo de unas horas le dijeron que llevaba muerta un par de años. No tenía herederos, todo había quedado en una fundación para mantenimiento del museo y la colección.

Pregunta si están seguros que el Anders no ha heredado nada.

Nada.

No encajaba, seguían piezas sin colocar. Ahora empezarían los líos de aseguradoras, detectives buscando el cuadro y él fuera de todo ello. Era como si hubiera llegado algo inadecuado a su vida y a su comisaría. Caso cerrado.

Después de dos años, una mañana que salía del centro dónde estaba ingresada su mujer, Briones apareció sin resuello.

Mire lo que ha llegado y leyó‒ "Ante la imposibilidad de encontrar la Dama del Armiño, se ha pagado uno de los seguros más importantes al viudo de lady Walpope". En la foto aparecía Anders, con un traje a rayas, el pelo claro y aire compungido.

Valiente cabrón, Briones. Además estoy seguro de que ha hecho doblete. Ha vendido el cuadro, yo le vi con un hombre que podía ser árabe, seguro que nuestra Dama está colgada en un Emirato.

Sandoval sacó un tarjetón arrugado del bolsillo y se lo dio a su ayudante.

Esto me lo ha mandado el muy canalla. ¿A qué es muy doloroso tener a una mujer encerrada?


Me retiro Briones, me retiro.



(C) Cristina Vázquez Salinero

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