Martí y María Mantilla (1890) |
A mi María
Y mi hijita ¿qué hace,
allá en el Norte, tan lejos? ¿Piensa en la verdad del mundo, en saber, en
querer, -en saber, para poder querer, -querer con la voluntad, y querer con el
cariño? ¿Se sienta, amorosa, junto a su madre triste? ¿Se prepara a la vida, al
trabajo virtuoso e independiente de la vida, para ser igual o superior a los
que vengan luego, cuando sea mujer, a hablarle de amores, -a llevársela a lo
desconocido, o a la desgracia, con el engaño de unas cuantas palabras
simpáticas, o de una figura simpática? ¿Piensa en el trabajo, libre y virtuoso,
para que la deseen los hombres buenos, para que la respeten los malos, y para
no tener que vender la libertad de su corazón y su hermosura por la mesa y por
el vestido? Eso es lo que las mujeres esclavas, -esclavas por su ignorancia y
su incapacidad de valerse, -llaman en el mundo "amor". Es grande,
amor; pero no es eso. Yo amo a
mi hijita. Quien no la ame así, no la ama. Amor es delicadeza, esperanza fina,
merecimiento y respeto. -¿En qué piensa mi hijita? ¿Piensa en mí?
Aquí estoy, en Cabo
Haitiano; cuando no debía estar aquí. Creí no tener miedo de escribirte en
mucho tiempo, y te estoy escribiendo. Hoy vuelvo a viajar, y te estoy otra vez
diciendo adiós. Cuando alguien me es bueno, y bueno a Cuba, le enseño tu
retrato. Mi anhelo es que vivan muy juntas su madre y ustedes, y que pases por
la vida pura y buena. Espérame, mientras sepas que yo viva. Conocerás el mundo,
antes de darte a él. Elévate, pensando y trabajando. ¿Quieres ver como pienso
en ti, -en ti y en Carmita? Todo me es razón de hablar de ti, el piano que
oigo, el libro que veo, el periódico que llega. Aquí te mando, en una hoja
verde, el anuncio del periódico francés a que te suscribió Dellundé. El Harper's Young People no lo leíste,
pero no era culpa tuya, sino del periódico, que traía cosas muy inventadas, que
no se sienten ni se ven, y más palabras de las precisas. Este Petit français es claro y útil.
Leélo, y luego enseñarás. Enseñar, es crecer. -Y por el correo te mando dos
libros, y con ellos una tarea, que harás, si me quieres; y no harás, si no me
quieres. -Así, cuando esté en pena, sentiré como una mano en el hombro, o como
un cariño en la frente, o como las sonrisas con que me entendías y consolabas;-
y será que estás trabajando en la tarea, pensando en mí.
Un libro es L'Histoire Générale, un libro muy
corto, donde está muy bien contada, y en lenguaje fácil y limpio, toda la
historia del mundo, desde los tiempos más viejos, hasta lo que piensan e
inventan hoy los hombres. Son 180 sus páginas: yo quiero que tú traduzcas, en
invierno o en verano, una página por día; pero traducida de modo que la
entiendas, y de que la puedan entender los demás, porque mi deseo es que este
libro de historia quede puesto por ti en buen español, de manera que se pueda
imprimir, como libro de vender, a la vez que te sirva, a Carmita y a ti, para
entender, entero y corto, el movimiento del mundo, y poderlo enseñar. Tendrás,
pues, que traducir el texto todo, con el resumen que va al fin de cada
capítulo, y las preguntas que están al pie de cada página; pero como éstas son
para ayudar al que lee a recordar lo que ha leído; y ayudar al maestro a
preguntar, tú las traducirás de modo que al pie de cada página escrita sólo
vayan las preguntas que corresponden a esa página. El resumen lo traduces al
acabar cada capítulo. -La traducción ha de ser natural, para que parezca como
si el libro hubiese sido escrito en la lengua a que lo traduces, -que en eso se
conocen las buenas traducciones. En francés hay muchas palabras que no son
necesarias en español. Se dice, -tú sabes-il est, cuando no hay él
ninguno, sino para acompañar a es,
porque en francés el verbo no va solo: y en español, la repetición de esas
palabras de persona, -del yo y él y nosotros y ellos,-delante
del verbo, ni es necesaria ni es graciosa. Es bueno que al mismo tiempo que
traduzcas, -aunque no por supuesto a la misma hora, -leas un libro escrito en
castellano útil y sencillo, para que tengas en el oído y en el pensamiento la
lengua en que escribes. Yo no recuerdo, entre los que tú puedes tener a mano,
ningún libro escrito en este español simple y puro. Yo quise escribir así en La Edad de Oro; para que los niños me
entendiesen, y el lenguaje tuviera sentido y música. Tal vez debas leer,
mientras estés traduciendo, La Edad de
Oro. -El francés de "L'Histoire
Générale" es conciso y directo, como yo quiero que sea el
castellano de tu traducción; de modo que debes imitarlo al traducir, y procurar
usar sus mismas palabras, excepto cuando el modo de decir francés, cuando la frase francesa, sea diferente en castellano. -Tengo, por
ejemplo, en la página 19, en el párrafo nº 6, esta frase delante de mí: "Les
Grecs ont les premiers cherché á se rendre compte des choses du monde".
-Por supuesto que no puedo traducir la frase así, palabra por
palabra:-"Los Griegos han los primeros buscado a darse cuenta de las cosas
del mundo", -porque eso no tiene sentido en español. Yo traduciría:
"Los griegos fueron los primeros que trataron de entender las cosas del
mundo. " Si digo: "Los griegos han tratado los primeros", diré
mal, porque no es español eso. Si sigo diciendo "de darse cuenta",
digo mal también, porque eso tampoco es español. Ve, pues, el cuidado con que
hay que traducir, para que la traducción pueda entenderse y resulte elegante,
-y para que el libro no quede, como tantos libros traducidos, en la misma
lengua extraña en que estaba. -Y el libro te entretendrá, sobre todo cuando
llegues a los tiempos en que vivieron los personajes de que hablan los versos y
las óperas. Es imposible entender una ópera bien, -o la romanza de Hildegonda,
por ejemplo, -si no se conocen los sucesos de la historia que la ópera cuenta,
y si no se sabe quién es Hildegonda, y dónde y cuándo vivió, y qué hizo. -Tu
música no es así, mi María; sino la música que entiende y siente. -Estudia, mi
María;-trabaja, -y espérame.
Y cuando tengas bien
traducida L'Histoire Générale,
en letra clara, a renglones iguales y páginas de buen margen, nobles y limpias
¿cómo no habrá quien imprima;-y venda para ti, venda para tu casa, -este texto
claro y completo de la historia del hombre, mejor, y más atractivo y ameno, que
todos los libros de enseñar historia que hay en castellano? La página al día,
pues: mi hijita querida. Aprende de mí. Tengo la vida a un lado de la mesa, y
la muerte a otro, y un pueblo a las espaldas:-y ve cuántas páginas te escribo.
El otro libro es para
leer y enseñar: es un libro de 300 páginas, ayudado de dibujos, en que está,
María mía, lo mejor-y todo lo cierto-de lo que se sabe de la naturaleza ahora.
Ya tú leíste, o Carmita leyó antes que tú, las Cartillas de Appleton. Pues este libro es mucho mejor, -más
corto, más alegre, más lleno, de lenguaje más claro, escrito todo como que se
lo ve. Lee el último capítulo. La
Physiologie Végétale,-la vida de las plantas, y verás qué historia tan
poética y tan interesante. Yo la leo, y la vuelvo a leer, y siempre me parece
nueva. Leo pocos versos, porque casi todos son artificiales o exagerados, y
dicen en lengua forzada falsos sentimientos, o sentimientos sin fuerza ni
honradez, mal copiados de los que los sintieron de verdad. Donde yo encuentro
poesía mayor es en los libros de ciencia, en la vida del mundo, en el orden del
mundo, en el fondo del mar, en la verdad y música del árbol, y su fuerza y
amores, en lo alto del cielo, con sus familias de estrellas, -y en la unidad
del universo, que encierra tantas cosas diferentes, y es todo uno, y reposa en
la luz de la noche del trabajo productivo del día. Es hermoso, asomarse a un
colgadizo, y ver vivir al mundo: verlo nacer, crecer, cambiar, mejorar, y
aprender en esa majestad continua el gusto de la verdad, y el desdén de la
riqueza y la soberbia a que se sacrifica, y lo sacrifica todo, la gente
inferior e inútil. Es como la elegancia, mi María, que está en el buen gusto, y
no en el costo. La elegancia del vestido, -la grande y verdadera, -está en la
altivez y fortaleza del alma. Un alma honrada, inteligente y libre, da al
cuerpo más elegancia, y más poderío a la mujer, que las modas más ricas de las
tiendas. Mucha tienda, poca alma. Quien tiene mucho adentro, necesita poco
afuera. Quien lleva mucho afuera, tiene poco adentro, y quiere disimular lo
poco. Quien siente su belleza, la belleza interior, no busca afuera belleza
prestada: se sabe hermosa, y la belleza echa luz. Procurará mostrarse alegre, y
agradable a los ojos, porque es deber humano causar placer en vez de pena, y
quien conoce la belleza la respeta y cuida en los demás y en sí. Pero no pondrá
en un jarrón de China un jazmín: pondrá el jazmín, solo y ligero, en un cristal
de agua clara. Esa es la elegancia verdadera: que el vaso no sea más que la
flor. -Y esa naturalidad, y verdadero modo de vivir, con piedad para los vanos
y pomposos, se aprende con encanto en la historia de las criaturas de la
tierra. -Lean tú y Carmita el libro de Paul Bert: a los dos o tres meses;
vuelvan a leerlo: léanlo otra vez, y ténganlo cerca siempre, pasa una página u
otra, en las horas perdidas. Así sí serán maestras, contando esos cuentos
verdaderos a sus discípulas, en vez de tanto quebrado y tanto decimal, y tanto
nombre inútil de cabo y de río, que se ha de enseñar sobre el mapa como de
casualidad, para ir a buscar el país de que se cuenta el cuento, o donde vivió
el hombre de que habla la historia. - Y cuentas, pocas, sobre la pizarra, y no
todos los días. Que las discípulas amen la escuela, y aprendan en ella cosas
agradables y útiles.
Porque ya yo las veo
este invierno, a ti y a Carmita, sentadas en su escuela, de 9 a 1 del día,
trabajando las dos a la vez, si las niñas son de edades desiguales, y hay que
hacer dos grupos, o trabajando una después de otra, con una clase igual para
todas. Tú podrías enseñar piano y lectura, y español tal vez, después de leerlo
un poco más;-y Carmita una clase nueva de deletreo y composición a la vez, que
sería la clase de gramática, enseñada toda en las pizarras, al dictado, y luego
escribiendo lo dictado en el pizarrón, vigilando porque las niñas corrijan sus
errores, -y una clase de geografía, que fuese más geografía física que de
nombres, enseñando como está hecha la tierra, y lo que alrededor la ayuda a
ser, y de la otra geografía, las grandes divisiones, y esas bien, sin mucha
menudencia, ni demasiados detalles yankees, -y una clase de ciencias, que sería
una conversación de Carmita, como un cuento de veras, en el orden en que está
el libro de Paul Bert, si puede entenderlo bien ya, y si no, en el que mejor
pueda idear, con lo que sabe de las cartillas, y la ayuda de lo que en Paul
Bert entienda, y astronomía. Para esa clase le ayudarían mucho un libro de
Arabella Buckley, que se llama "The
Fairy-Land of Science", y los libros de John Lubbock, y sobre todo
dos, "Fruits, Flowers and Leaves"
y "Ants, Bees and Wasps".
Imagínate a Carmita contando a las niñas las amistades de las abejas y las
flores, y las coqueterías de la flor con la abeja, y la inteligencia de las
hojas, que duermen y quieren y se defienden, y las visitas y los viajes de las
estrellas, y las casas de las hormigas. Libros pocos, y continuo hablar. -Para
historia, tal vez sean aún muy nuevas las niñas. Y el viernes, una clase de
muñecas, -de cortar y coser trajes para muñecas, y repaso de música, y clase
larga de escritura, y una clase de dibujo. -Principien con dos, con tres, con
cuatro niñas. Las demás vendrán. En cuanto sepan de esa escuela alegre y útil,
y en inglés, los que tengan en otra escuela hijos, se los mandan allí: y si son
de nuestra gente, les enseñan para más halago, en una clase de lectura
explicada-explicando el sentido de las palabras-el español: no más gramática
que esa: la gramática la va descubriendo el niño en lo que lee y oye, y esa es
la única que le sirve. -¿Y si tú te esforzaras, y pudieras enseñar francés como
te lo enseñé yo a ti, traduciendo de libros naturales y agradables?-Si yo
estuviera donde tú no me pudieras ver, o donde ya fuera imposible la vuelta,
sería orgullo grande el mío, y alegría grande, si te viera desde allí, sentada,
con tu cabecita de luz, entre las niñas que irían así saliendo de tu alma,
-sentada, libre del mundo, en el trabajo independiente. -Ensáyense en verano:
empiecen en invierno. Pasa, callada, por entre la gente vanidosa. Tu alma es tu
seda. Envuelve a tu madre, y mímala, porque es grande honor haber venido de esa
mujer al mundo. Que cuando mires dentro de ti, y de lo que haces, te encuentres
como la tierra por la mañana, bañada de luz. Siéntete limpia y ligera, como la
luz. Deja a otras el mundo frívolo: tú vales más. Sonríe, y pasa. Y si no me
vuelves a ver, haz como el chiquitín cuando el entierro de Frank Sorzano: pon
un libro, -el libro que te pido, -sobre la sepultura. O sobre tu pecho, porque
ahí estaré enterrado yo si muero donde no lo sepan los hombres. -Trabaja. Un
beso. Y espérame.
Tu
J. Martí
Cabo Haitiano, 9 de
abril, 1895.
Las Cartas a María Mantilla son una serie de
epístolas escritas por José Martí.
María era hija de Carmen Miyares de Mantilla,
venezolana, y de su esposo Manuel Mantilla Sorzano, cubano. El matrimonio tenía
una casa de huéspedes donde José Martí fue a vivir al llegar a Nueva York.
A través de los años, la figura de María
Mantilla ha sido motivo de controversia entre los estudiosos, ya que muchos
alegan que ella era hija no de Manuel Mantilla, sino de José Martí. Otros
consideran que Martí quiso mucho a los hijos de la familia Mantilla, en
especial a María, que había nacido al comenzar a vivir Martí en esa casa y que
le dio a María todo el cariño y la ternura que no pudo poner en su hijo Pepe.
La fotografía de María apareció entre los
objetos personales que fueron encontrados con su cadáver al morir en Dos Ríos,
el 19 de mayo de 1895.
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