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lunes, 31 de julio de 2017

Océano Atlántico

Océano Atlántico



El océano más indómito de la tierra tiene forma de «S». Se pasa la vida buscando cómo comunicarse con sus congéneres, así con el océano Pacífico lo hace a través del canal de Panamá; con el océano Índico a través del canal de Suez; con el Mar Mediterráneo a través del estrecho de Gibraltar; con el de Dardanelos; el de Magallanes; el de Dover -que une Francia y Gran Bretaña-; el de la Florida; el paso Mona -entre Puerto Rico y República Dominicana-; el Oresund -entre Dinamarca y Suecia-; el paso de los Vientos -estrecho entre Cuba y Haití-

Su nombre al parecer proviene de Atlas, uno de los titanes de la mitología griega, al que Zeus condenó a cargar sobre sus hombros al cielo. También podría derivar su nombre de los pueblos libios, de los atlantes, descritos por Herodoto. O quizás, como el sol, a veces es llamado «el ojo del cielo» el Atlántico podría ser «el lugar de ocultación del sol».

Desde el ártico al norte, hasta el antártico, en el sur, separa América, al oeste, de Europa y África al este. Siendo el océano más joven es el segundo en extensión, detrás del océano Pacífico que ocupa el primer lugar.

Su mayor profundidad se encuentra en la fosa de Puerto Rico con 8,800 metros, seguida por la fosa de las Sandwich a una profundidad de 8,428 metros. La tercera es la fosa Romanche cerca del Ecuador con 7,760 metros.

Es corriente de vida por muchas razones. Peces y hombres utilizan la fuerza de sus corrientes. Durante muchos años separó los llamados Viejo y Nuevo Mundo, hasta la llegada de la Era de los Descubrimientos y fue tal su alegría que desde entonces, las olas bajo el barco y el viento empujando las velas hacen que sea utilizado como ruta comercial. Los peces nadan grandes distancias para reproducirse ofreciendo los recursos pesqueros más ricos del mundo. En su plataforma continental hay depósitos de petróleo. Referente al clima es un agente de importancia global. La fuerza de Coriolis hace que el agua en el Atlántico Norte circule en el sentido de las agujas del reloj, y en el Atlántico Sur sea al contrario.

El océano Atlántico es un gran caminante. Su corriente -la del Golfo- enfila con ímpetu hacia el norte, hacia la Florida. Desde allí una corriente «casi una autopista» sigue su camino en la misma dirección. Entre medias se topa con el mar de los Sargazos, cuya fama de ser lugar de cementerio de buques de navegación a vela, no es precisamente un lugar para relajarse. El ecuador terrestre  divide este océano en dos partes: Atlántico norte y sur. Cuando la corriente del golfo pasa por el este de Canadá termina la autopista y se encuentran las aguas con una corriente fría que viene del norte. Lo bueno o malo -a saber- que tienen las corrientes oceánicas es que transportan aguas cálidas y frías a otras regiones de la tierra lo que contribuye al control climático. Por eso la corriente del Golfo calienta la atmósfera de las islas de Gran Bretaña y el noroeste de Europa, en cambio, las corrientes de agua fría provoca niebla en la costa noreste de Canadá y la zona noroeste de África. Al llegar a Europa la corriente se bifurca: un ramal se va al sur y el otro al norte.

Tomás Morales Castellano, poeta considerado uno de los principales del modernismo español e iniciador de la poesía canaria moderna, nos legó este poema.


Oda al Atlántico

I

El mar: el gran amigo de mis sueños, el fuerte
titán de hombros cerúleos e inenarrable encanto:
en esta hora, la hora más noble de mi suerte,
vuelve a henchir mis pulmones y a enardecer mi canto…

El alma en carne viva va hacia ti, mar augusto,
¡Atlántico sonoro! Con ánimo robusto,
quiere hoy mi voz de nuevo solemnizar tu brío.

Sedme, Musas, propicias al logro de mi empeño:
¡mar azul de mi Patria, mar de Ensueño,
mar de mi Infancia y de mi Juventud… mar Mío!



Tomás Morales Castellano






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