Océano Atlántico |
El océano más indómito de
la tierra tiene forma de «S».
Se
pasa la vida buscando cómo comunicarse con sus congéneres, así con el océano
Pacífico lo hace a través del canal de Panamá; con el océano Índico a través
del canal de Suez; con el Mar Mediterráneo a través del estrecho de Gibraltar;
con el de Dardanelos; el de Magallanes; el de Dover -que une Francia y Gran
Bretaña-;
el de la Florida; el paso Mona -entre
Puerto Rico y República Dominicana-;
el Oresund -entre
Dinamarca y Suecia-;
el paso de los Vientos -estrecho
entre Cuba y Haití-…
Su nombre al parecer proviene
de Atlas, uno de los titanes de la mitología griega, al que Zeus condenó a
cargar sobre sus hombros al cielo. También podría derivar su nombre de los
pueblos libios, de los atlantes, descritos por Herodoto. O quizás, como el sol,
a veces es llamado «el ojo del cielo» el Atlántico podría ser «el lugar de
ocultación del sol».
Desde el ártico al norte,
hasta el antártico, en el sur, separa América, al oeste, de Europa y África al
este. Siendo el océano más joven es el segundo en extensión, detrás del océano
Pacífico que ocupa el primer lugar.
Su mayor profundidad se
encuentra en la fosa de Puerto Rico con 8,800 metros, seguida por la fosa de
las Sandwich a una profundidad de 8,428 metros. La tercera es la fosa Romanche
cerca del Ecuador con 7,760 metros.
Es corriente de vida por
muchas razones. Peces y hombres utilizan la fuerza de sus corrientes. Durante
muchos años separó los llamados Viejo y Nuevo Mundo, hasta la llegada de la Era
de los Descubrimientos y fue tal su alegría que desde entonces, las olas bajo
el barco y el viento empujando las velas hacen que sea utilizado como ruta
comercial. Los peces nadan grandes distancias para reproducirse ofreciendo los
recursos pesqueros más ricos del mundo. En su plataforma continental hay
depósitos de petróleo. Referente al clima es un agente de importancia global. La
fuerza de Coriolis hace que el agua en el Atlántico Norte circule en el sentido
de las agujas del reloj, y en el Atlántico Sur sea al contrario.
El océano Atlántico es un
gran caminante. Su corriente -la del
Golfo- enfila
con ímpetu hacia el norte, hacia la Florida. Desde allí una corriente «casi
una autopista» sigue su camino en la misma dirección.
Entre medias se topa con el mar de los Sargazos, cuya fama de ser lugar de
cementerio de buques de navegación a vela, no es precisamente un lugar para
relajarse. El ecuador terrestre divide este
océano en dos partes: Atlántico norte y sur. Cuando la corriente del golfo pasa
por el este de Canadá termina la autopista y se encuentran las aguas con una
corriente fría que viene del norte. Lo bueno o malo -a saber- que tienen las corrientes
oceánicas es que transportan aguas cálidas y frías a otras regiones de la
tierra lo que contribuye al control climático. Por eso la corriente del Golfo
calienta la atmósfera de las islas de Gran Bretaña y el noroeste de Europa, en
cambio, las corrientes de agua fría provoca niebla en la costa noreste de
Canadá y la zona noroeste de África. Al llegar a Europa la corriente se bifurca:
un ramal se va al sur y el otro al norte.
Tomás Morales Castellano, poeta
considerado uno de los principales del modernismo español e iniciador de la
poesía canaria moderna, nos legó este poema.
Oda
al Atlántico
I
El mar: el gran amigo de mis sueños, el fuerte
titán de hombros cerúleos e inenarrable encanto:
en esta hora, la hora más noble de mi suerte,
vuelve a henchir mis pulmones y a enardecer mi canto…
titán de hombros cerúleos e inenarrable encanto:
en esta hora, la hora más noble de mi suerte,
vuelve a henchir mis pulmones y a enardecer mi canto…
El alma en carne viva va hacia ti, mar
augusto,
¡Atlántico sonoro! Con ánimo robusto,
quiere hoy mi voz de nuevo solemnizar tu brío.
¡Atlántico sonoro! Con ánimo robusto,
quiere hoy mi voz de nuevo solemnizar tu brío.
Sedme, Musas, propicias al logro de mi empeño:
¡mar azul de mi Patria, mar de Ensueño,
mar de mi Infancia y de mi Juventud… mar Mío!
¡mar azul de mi Patria, mar de Ensueño,
mar de mi Infancia y de mi Juventud… mar Mío!
Tomás Morales
Castellano
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