Orquídea y colibrí cerca de una cascada Colección Carmen Thyssen-Bornemisza |
El colibrí
Cuenta una
leyenda guaraní que la muerte no es el final de la vida, el hombre al morir
abandona el cuerpo en la tierra, pero el alma se desprende y vuela a ocultarse
en una flor. Entonces aparece el colibrí, y con su pico espada recoge las almas
para llevarlas al Paraíso.
Esa es la razón para que
vuele de flor en flor, otra explicación es que no pueden andar ni correr por el
suelo, pero son capaces de volar hacia atrás, hacia abajo y mantenerse
suspendidos inmóviles en el aire, habita solo en América y se le considera el
ave más pequeña del mundo. Y la más pequeñita de todas, es el zunzuncito, que la
puedes encontrar en Cuba.
También se cuenta que hace muchos años tanto que ni siquiera los hombres habían empezado a numerar el tiempo,
en un rincón de la selva, sin buscarse, por casualidad, se encontraron un joven
guaraní llamado Ágil y una joven llamada Flor, que pertenecían a tribus que no
se llevaban bien. Se enamoraron y a escondidas se veían. Una mujer descubrió a
la pareja y el escándalo llegó. Flor lloraba y rogaba, tanto, tanto, que su
tristeza llegó a oídos de Tupá, dios grande y protector del pueblo guaraní, que
la convirtió en flor.
Para Ágil era imposible
cambiar el recuerdo de Flor por el olvido y la luna se apiadó de él y con
palabras dulces le contó que la mujer amada ahora era una flor que ni el viento
sabía dónde estaba y hasta el sol ignoraba la clase de flor que era. Ágil desesperado,
lloraba y rogaba, tanto, tanto, que su tristeza hizo que Tupá se apiadara de él
y lo convirtió en un colibrí.
Desde entonces Ágil va de
flor en flor, ya que, buscando en todas, busca solo a una.
La orquídea
Cuenta la leyenda que una hermosa mañana en la costa de Java una diosa cubierta solamente
con un chal con tonalidades lilas y nácar quiso bajar a la tierra a dar un
paseo por el bosque en el que abundaban robles, castaños y sándalos iluminados
por el sol.
Al anochecer la diosa yendo a su morada se olvidó su prenda en una
de las ramas, y una suave ráfaga de viento la arrojó al suelo. Unos hombres
incapaces de ver toda la belleza de aquel chal lo pisotearon y lo dejaron tirado sin piedad.
La diosa no iba a permitir tamaña injusticia, bajó al
amanecer y enrolló su chal a lo largo de un tronco, como si lo abrazara, y de
inmediato se convirtió en la más bella, misteriosa y delicada flor: la orquídea.
Desde entonces aquellos
mortales que logran ver más allá de sus propios ojos reconocen en las orquídeas
aquella visita fugaz de la diosa a la tierra.
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