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lunes, 21 de agosto de 2017

María del Carmen Aranda: Demencia

"Kate la loca" del pintor J.H. Füssli, 1806





«Las locuras que más se lamentan en la vida de un hombre son las que no se cometieron cuando se tuvo la oportunidad».

Helen Rowland (1875-1950)
Periodista y humorista estadounidense






Todas las mañanas, el pequeño Rafa, al pasar por delante de la casa, miraba atentamente hacia una muy especial ventana.

Desde lejos se podía ver una sombra moviéndose, altiva, nerviosa muy acalorada, se asomaba sólo al caer la tarde, intentando esconderse tras los gruesos barrotes que enmarcaban su deteriorada y rancia ventana.

Ella,  aparecía sucia, despeinada como si hubiese estado librando una fuerte batalla, pudiéndose escuchar a los lejos sus gimoteos, ver la palidez de su rostro y de su sonrisa terciada.

Nadie sabe cómo empezó ni qué sucedió, simplemente una mañana la vieron en la orilla de la playa levantando sus sucios sayos y enseñando su vientre plano, chasqueando su lengua, chirriando sus dientes, gesticulando su cuerpo como si quisiese controlar el mundo, inmovilizar su propia sombra o dirigir la dirección del viento.

—¿Fue alguna vez feliz?—se preguntaban los vecinos.

—¡Sí, sí que lo fue y aún lo sigue siendo!—gritó un niño con fuerza exprimiendo su aliento—. Ella es mi amiga y todos los días a mi perro Rufo y a mí nos cuenta cuentos. A Rufo le dice que cuide de mí, a mí que cuide de mis abuelos, que ame lo bello que hay en el mundo y que algún día la comprenderemos.

La gente que la conocía no entendía que las personas cambian con el paso del tiempo, que la belleza se lleva en el alma y en la mente y no en el cuerpo y que detrás de aquella ventana donde aparentemente solo había locura, una vez hubo vida y sentimiento.

Una mañana, el perro de Rafa, como todos los días al pasar por su ventana, aulló olfateando el mal presagio de un definitivo adiós.

Aquella pobre loca, ya vencida por el tiempo, finalmente les dejó.

Fueron el niño y el perro sus dos verdaderos amigos que comprendieron que la vida es eso, solo tiempo.

La locura que habita en nosotros en un síntoma de felicidad, no la ocultemos tras una falsa dignidad, vivámosla.

Mosaico romano



© María del Carmen Aranda

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