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jueves, 23 de noviembre de 2017

Brújulas y Espirales: Nathaniel Hawthorne "Wakefield"

Blog Literario de Francisco Martínez Bouzas

WAKEFIELD, EL DESTERRADO DEL UNIVERSO


Wakefield
Nathaniel Hawthorne
Traducción de María José Chuliá García
Ilustraciones de Ana Juan
Nórdica Libros, Madrid, 2011, 76 páginas.

En una excelente edición bilingüe e ilustrada, y como celebración de sus cinco años en la palestra editorial, Nórdica Libros rescata un cuento memorable, Wakefield de Nathaniel Hawthorne (1804-1864), un narrador norteamericano, figura imprescindible para entender el desarrollo de la literatura estadounidense en sus inicios. Nathaniel Hawthorne (Hathorne de nacimiento) tuvo una vida compleja, anclada entre dos pasiones: la literatura y el marchamo puritano, heredado de los primeros colonos que se establecieron en Salem. Aunque escribió varias novelas de formato largo, fue conocido sobre todo por sus relatos breves, generalmente de temática siniestra y contenido alegórico, siguiendo los gustos de la época. Por eso no es de extrañar que tradicionalmente haya sido considerado como un plomazo moralista, rebosante de complejos. La crítica actual, en cambio, ve en Hawthorne un fiel cultivador de la retórica autoconsciente.
Su narrativa breve destaca por el estilo elegante, depurado y sumamente reflexivo. Su contemporáneo Edgar Allan Poe celebró sus colecciones más importantes, Twice-Told Tales y Mosses from an  Old Manse. Y según Borges, Nathaniel Hawthorne es uno de los  cuentistas más importantes, destacando de forma especial Walkefield.
El cuento nos pone en presencia de un hombre que un día sale de su casa con la intención de realizar un corto viaje y no regresa hasta pasados veinte años, con la particularidad de que se instala en la calle contigua, desde la que todos los días podía divisar a su angustiada esposa. Una decisión extravagante e incompresible. La pretensión del escritor es que el lector medite sobre este extraño comportamiento y extraiga una moraleja. Para ello, más que referir los acontecimientos externos, ausentes en el relato, analiza qué clase de hombre era Wakefield, brindándonos una perfecta descripción  de su personalidad: en el ecuador de su vida, con una afectividad conyugal apaciguada, intelectual pasivo, corazón frío aunque no envilecido.
Retrato de N. Hawthorne por Charles Osgood, 1840
Así mismo Hawthorne pretende explicar el porqué de ese capricho que convierte a Wakefield en un ermitaño en el bullicio de la ciudad. Y sobre todo, la incapacidad de una voluntad débil para ejecutar lo que todos los días se dice el protagonista: “Volveré pronto!”. Pero una noche, finalmente, regresa a su antiguo hogar. El autor, sin embargo, decide no seguir al personaje más allá del umbral de la puerta, porque considera que su comportamiento ya ha proporcionado suficientes materiales para pensar y para que surja la moraleja: “En medio de la aparente confusión de nuestro misterioso mundo, las personas están tan pulcramente adaptadas a un sistema, y los sistemas engarzados entre sí y a un todo, que si una persona se ausenta por un momento, se expone al aterrador riesgo de perder su puesto por siempre, pudiendo llegar a convertirse, como le sucedió a Walkefield, en el Desterrado del Universo”(página 54). En mi opinión Hawthorne explora una interesante temática atemporal: la tentación del exilio interior que desemboca a veces en un destierro exterior. Otra cosa es el tratamiento narrativo, contaminado constantemente por la reflexión moral explícita, herencia de otros tiempos.
Esta reseña estaría incompleta sin hacer la obligada mención a las excelentes ilustraciones de Ana Juan. Sus dibujos permiten que esos dos mundos que corren paralelos (el del autor de una excentricidad y el de su resignada esposa). La ilustradora capta perfectamente en sus láminas esos dos mundos: uno lúgubre e inquietante, el otro, resignado y melancólico.

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