Blog Literario de Francisco Martínez Bouzas |
WAKEFIELD, EL DESTERRADO DEL UNIVERSO
Wakefield
Nathaniel Hawthorne
Traducción de María José Chuliá García
Ilustraciones de Ana Juan
Nórdica Libros, Madrid, 2011, 76 páginas.
En una excelente edición
bilingüe e ilustrada, y como celebración de sus cinco años en la
palestra editorial, Nórdica Libros rescata un cuento memorable, Wakefield
de Nathaniel Hawthorne (1804-1864), un narrador norteamericano, figura
imprescindible para entender el desarrollo de la literatura
estadounidense en sus inicios. Nathaniel Hawthorne (Hathorne de
nacimiento) tuvo una vida compleja, anclada entre dos pasiones: la
literatura y el marchamo puritano, heredado de los primeros colonos que
se establecieron en Salem. Aunque escribió varias novelas de formato
largo, fue conocido sobre todo por sus relatos breves, generalmente de
temática siniestra y contenido alegórico, siguiendo los gustos de la
época. Por eso no es de extrañar que tradicionalmente haya sido
considerado como un plomazo moralista, rebosante de complejos. La
crítica actual, en cambio, ve en Hawthorne un fiel cultivador de la
retórica autoconsciente.
Su narrativa breve destaca
por el estilo elegante, depurado y sumamente reflexivo. Su contemporáneo
Edgar Allan Poe celebró sus colecciones más importantes, Twice-Told Tales y Mosses from an Old Manse. Y según Borges, Nathaniel Hawthorne es uno de los cuentistas más importantes, destacando de forma especial Walkefield.
El cuento nos pone en
presencia de un hombre que un día sale de su casa con la intención de
realizar un corto viaje y no regresa hasta pasados veinte años, con la
particularidad de que se instala en la calle contigua, desde la que
todos los días podía divisar a su angustiada esposa. Una decisión
extravagante e incompresible. La pretensión del escritor es que el
lector medite sobre este extraño comportamiento y extraiga una moraleja.
Para ello, más que referir los acontecimientos externos, ausentes en el
relato, analiza qué clase de hombre era Wakefield, brindándonos una
perfecta descripción de su personalidad: en el ecuador de su vida, con
una afectividad conyugal apaciguada, intelectual pasivo, corazón frío
aunque no envilecido.
Retrato de N. Hawthorne por Charles Osgood, 1840 |
Así mismo Hawthorne
pretende explicar el porqué de ese capricho que convierte a Wakefield en
un ermitaño en el bullicio de la ciudad. Y sobre todo, la incapacidad
de una voluntad débil para ejecutar lo que todos los días se dice el
protagonista: “Volveré pronto!”. Pero una noche, finalmente, regresa a
su antiguo hogar. El autor, sin embargo, decide no seguir al personaje
más allá del umbral de la puerta, porque considera que su comportamiento
ya ha proporcionado suficientes materiales para pensar y para que surja
la moraleja: “En medio de la aparente confusión de nuestro
misterioso mundo, las personas están tan pulcramente adaptadas a un
sistema, y los sistemas engarzados entre sí y a un todo, que si una
persona se ausenta por un momento, se expone al aterrador riesgo de
perder su puesto por siempre, pudiendo llegar a convertirse, como le
sucedió a Walkefield, en el Desterrado del Universo”(página 54). En
mi opinión Hawthorne explora una interesante temática atemporal: la
tentación del exilio interior que desemboca a veces en un destierro
exterior. Otra cosa es el tratamiento narrativo, contaminado
constantemente por la reflexión moral explícita, herencia de otros
tiempos.
Esta reseña estaría
incompleta sin hacer la obligada mención a las excelentes ilustraciones
de Ana Juan. Sus dibujos permiten que esos dos mundos que corren
paralelos (el del autor de una excentricidad y el de su resignada
esposa). La ilustradora capta perfectamente en sus láminas esos dos
mundos: uno lúgubre e inquietante, el otro, resignado y melancólico.
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