Unos dicen que fue
descubierto hacia el año 850, en Abisinia, hoy Etiopía, -por casualidad- como la gran mayoría de
los descubrimientos.
Cuenta la leyenda que
Kaldi, un pastor musulmán, se percató que sus cabras mostraban gran actividad y
nerviosismo. Hasta les costaba conciliar el sueño y las veinticuatro horas del
día oyendo ¡Beeeee!, le hicieron buscar la razón de ello. Observó que
mordisqueaban durante el día los frutos de un árbol rubiáceo autóctono de aquel
país llamado cafeto.
Cierto morabito o santón,
escuchó al cabrero que le había llevado unas cuantas bayas. No se sabe si por
descuido o por considerar baladí lo que le estaba contando, el caso es que
cayeron al fuego y un dulce aroma les cubrió de la cabeza a los pies. Sacaron
los granos tostados de las brasas y lo disolvieron en agua caliente con sal.
Por probar que no quedase. ¡Aleluya! Aquel día se mantuvo despierto todo el
tiempo durante sus rezos, él que se dormía con tanta facilidad.
Se cree que desde Abisinia
se propagó a Egipto y Yemen. En 1420 ya se tenían noticias de que se bebía en
Siria y Turquía. A Europa no llegó hasta finales del siglo XVI. Fue en Arabia
donde los granos fueron tostados y molidos en forma similar a lo que se hace en
la actualidad.
Pedro Teixeira de vuelta de
un viaje por Turquía, en 1610, habla del café: «…
una bebida que llaman allá el kaoah, de simiente hendida, tostada y negra como
la pez…»
Su popularidad creció, tanto,
que una ley turca sobre el divorcio, admitía que una mujer podía divorciarse si
su marido no le proporcionaba una dosis diaria de café. También hubo sus más y
sus menos, doctores y juristas musulmanes fueron consultados para saber si el
brebaje se ajustaba al Corán, los católicos llegaron a llamarlo una amarga
invención de Satanás, sin embargo, el papa Clemente VIII disipó aquella duda
probándolo y diciendo con socarronería: «No
siempre todo lo de los infieles es cosa mala, hijos carísimos…»,
bautizando
simbólicamente la tacita de café y haciéndola aceptable para los católicos. Los
protestantes, en cambio, la reprobaron, Federico II de Prusia lo sometió al
pago de un fuerte impuesto. En Rusia se prohibió con penas de tortura y
mutilación.
Pronto los cultivos del
café comenzaron a desplazarse. Los ingleses lo llevaron a sus colonias. Los
holandeses lo hicieron cultivar en Indonesia, Java, Guayana Neerlandesa,
Guayana Francesa. La primera plantación en Brasil, en 1727, fue debida a la
sustracción de esta planta desde la Guayana Francesa. Los misioneros capuchinos
llevaron las primeras semillas a Venezuela desde Brasil. Los franceses lo
establecieron en sus colonias y a Colombia llegó desde las Antillas Francesas.
La primera cafetería de la
que tenemos noticia se abrió en 1475 en Constantinopla. En Londres en 1652. En
1670 en Berlín. En París, dos hermanos armenios abrieron sendas cafeterías en
las calles Saint Germain y De Bussy. ¡Oh, Paris, mon amour! Allí en el café
Procope, en 1686, se inventó el sistema de pasar agua caliente a través de un
filtro con café molido y en Marsella, al parecer, surgió el primer carajillo:
ron con café. Desde Marsella, el café y el carajillo viajaron a todo el mundo.
Y cruzó el Atlántico. En Boston el primer establecimiento abrió en 1689.
Las cafetería se prodigaron
como las setas, filósofos y letrados hicieron que en ellas nacieran ideas
liberales con la distribución de panfletos. Tal agitación, en 1676, hizo que el
rey Carlos II de Inglaterra pidiera el cierre de las cafeterías citando ofensas
contra el reino. Se alborotaron los ingleses y fue tal la reacción que el
edicto de cierre debió revocarse. A finales del siglo XIX y principios del XX,
en España, los intelectuales comenzaron a invadir las cafeterías, como:
El Café Gijón
Nacido en 1888 en el Paseo de Recoletos, núm. 21 de Madrid, en él se hablaba de
política, de toros y de aquel crimen de Luciana Borcino, en la calle
Fuencarral. Lugar donde José Canalejas, discretamente tomaba a solas su café,
hasta el día de su asesinato. También a él se llegaba Santiago Ramón y Cajal
acompañado de Benito Pérez Galdós. Y ¡Cómo no! Valle Inclán. Otros personajes
forman parte de la historia de este Café, como Alfonso González Pintor
(1933-2006) que tenía un puesto de venta de tabaco, y hay una placa a la
entrada del local que dice así: «Aquí
vendió tabaco y vio pasar la vida Alfonso, cerillero y anarquista».
Café Novelty
En la Plaza Mayor de Salamanca
y fundado en 1905, con la estatua dedicada a Torrente Ballester, obra del
escultor Fernando Mayoral. Entre sus asiduos figuraban Miguel de Unamuno,
Ortega y Gasset, Pedro Laín Entralgo, Francisco Umbral, Carmen Martín Gaite,
Agustín de Foxá y muchos más… Entre sus mesas se gestó y fundó la Unión
Deportiva Salamanca y Radio Nacional de España.
Café de Fornos
Estaba en la calle Alcalá,
esquina calle de la Virgen de los Peligros, en Madrid en 1907. Ya no existe.
Era uno de los cerca de catorce café de la Puerta del Sol. Llegó a figurar en
las guías de viajes internacionales a nivel europeo. El dueño José Manuel
Fornos, ayuda de cámara del Marqués de Salamanca, hizo de su local punto de
reunión de literatos y aristócratas de la época. Las pinturas de los techos y
los cuadros de las paredes del local eran alegorías al «Té» al
«Café»,
al «Chocolate» y
a los «Licores
y Helados». Ofrecía un servicio de
cenas baratas a partir de medianoche, lo que dio lugar a este slogan en forma
de cuplé:
Ni Suizo, ni Levante
Ni Inglés, ni
Colonial
No hay Café como el
de Fornos
Pa cenar de madrugá.
Entre sus habituales
figuraban Azorín, Pío Baroja, Marcelino Menéndez Pelayo, Manuel Machado. Con su
animada doble vida, el Café de Fornos era famoso. De día, lugar prestigioso con
un restaurante de lujo, y de noche, lugar de algarabías.
El conde Rumford inventó la
cafetera por goteo a finales del siglo XVIII. Sí. El mismo conde que estableció
el cultivo de la patata en Baviera e ideó la sopa Rumford, un alimento para los
pobres, y que hasta un cráter lunar lleva su nombre, pues ése también concibió
una taza de café con filtro.
Otra cafetera, esta vez de
filtro, sería inventada por el farmacéutico Rouen Descroisilles, constaba de
dos recipientes cilíndricos superpuesto, el superior con la base agujereada y
cubierta con un disco perforado sobre el que se ponía el café. Al pasar el agua
hirviendo se producía la infusión que se recogía en la parte inferior.
Las cafeteras de porcelana
llegaron de la mano de Cadet, un químico francés.
El café fue evolucionando.
En 1905 Ludwig Roselius inventó un procedimiento para descafeinarlo. El
instantáneo nació en 1937. Gaggia, (se pronuncia algo así como Gacha), el
italiano creador de las cafeteras expreso y capuchino, en 1938, nunca imaginó esa
máquina de cápsulas que ahora a través de un teléfono puede preparar un café
perfecto, o al menos eso es lo que dice el anuncio.
Si el sentido del gusto nos
hace distinguir lo dulce, lo salado, lo amargo y lo ácido; si el sentido del
olfato nos inunda de ese aroma del buen café, ese que te hace sentir
sensaciones indescriptibles; reconozcamos que es el sentido de la vista el que
nos lleva a recrear la imagen de George Clooney, llevando a sus seductores labios
esa tacita de cristal transparente con el fondo negro y la espuma blanca.
¡Aleja de mí, Satanás, los
libidinosos pensamientos que me asaltan!
Poco tienen que ver con la
evolución del café, con el futuro, con el poder de la publicidad.
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