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jueves, 11 de junio de 2020

Socorro González-Sepúlveda Romeral: En casa



PRIMER DÍA

Hoy, primer día de confinamiento en casa por el coronavirus, las calles están desiertas. De vez en cuando, pasa un hombre paseando un perro o una mujer con una bolsa abultada que viene del supermercado. Van deprisa, mirando a un lado o a otro para no encontrarse con nadie. No advierten que los árboles están brotando, que los pájaros, indiferentes, siguen haciendo el nido, que la primavera está aquí como cada año. Hay que guardar la distancia para no enfermar. El miedo se ha apoderado de todos.

Anoche la ciudad se llenó de aplausos, hurras y bravos para el personal sanitario, se lo merecen, pero sobre todo, para constatar que estábamos aquí, que seguíamos siendo. Fue emocionante.

Hace quince días que no veo a mis nietos, sigo las instrucciones de Sanidad, añoro sus risas y sus llantos su lengua de trapo, las palabras que dicen por primera vez. No quiero perderme como juntan las letras para decir palabras aprendiendo a leer. Todo en ellos es nuevo e irrepetible. El aislamiento también me impide ver a mis amigos, abrazarles, cambiar impresiones y tomar una cervecita. Os añoro a todos y a cada uno, tengo ganas de abrazaros. Estamos en contacto por Whats, pero no es lo mismo.

SEGUNDO DÍA

Qué susto, pensábamos que la Tele se nos había estropeado. Encerrados en casa sin tele, pero no ha sido así, era una falsa alarma. Somos dependientes de muchas cosas, si por un momento pensáramos en prescindir de la tele del móvil o de la calefacción no sé qué sería de nosotros.

Yo creo, que podría pasar sin tele y sin móvil, pero no sin libros. Sin ellos me entraría el mono, no puedo dormir sin leer antes. Leer es como una droga para mí, preferiría quedarme sin comer que sin leer. Soy una lectora empedernida, que se cree las historias y disfruta con ellas. Antes de que cerraran la biblioteca saqué cuatro libros, he leído dos otros dos se me han caído de las manos. Ahora estoy releyendo libros que tengo en casa y que me han gustado mucho.

Voy a releer «Los Buddenbrook» de Thomas Mann, una delicia.


© Socorro González-Sepúlveda Romeral


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