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sábado, 25 de julio de 2020

Mazzantini, el torero





Luis Mazzantini Eguía nació en Guipúzcoa en 1856 y murió en Madrid en 1926. En los estudios llegó a graduarse de bachiller en arte. En busca de fama y dinero, decidió dedicarse al toreo a edad tardía.

«Me llamaban señorito loco porque creían locura que un muchachito que no pertenecía a las más humildes capas sociales, que había estudiado, que no se había curtido al sol de caminos y dehesas, en el dramático calvario del hambre y del dolor se dedicara al toreo», dijo en más de una ocasión.

Coincidió en el tiempo con Guerrita el ídolo de aquel entonces y también alternó con los míticos Lagartijo y Frascuelo. Con capa, banderillas y muletas Mazzantini era uno más, pero con la espada se transformaba, se le recuerda como uno de los mejores estoqueadores de todos los tiempos. Don Luis como le llamaban sus compañeros de faena también se hizo famoso por haber logrado imponer el sorteo de los toros, ya que, hasta entonces el principal matador, Guerrita, con el beneplácito del ganadero, escogía las reses que deseaba torear, lo que perjudicaba a los demás matadores. También logró mejoras en los honorarios de los diestros.

Fue tan popular en su época por su valor y porte de señorito español que cuando viajó a América se echó en el bolsillo al público cubano. Tanto que aún se le recuerda con frases que se han convertido en expresiones cotidianas, pues ante una tarea difícil de realizar se dice: «eso no lo hace ni Mazzantini, el torero».

Cuentan que en enero de 1887 se encontraba en la Habana. Y que casualmente en esa misma fecha arribó a la capital cubana otra celebridad de aquellos tiempos, se trataba de la actriz francesa Sarah Bernhardt, famosa además por sus excentricidades.

El encuentro entre estos dos personajes resultó ser la comidilla de salones y teatros. Tal parece que Mazzantini quedó prendado de la actriz y no perdió tiempo en mostrar sus dotes de galán. Según decían las lenguas bífidas y viperinas, la historia terminó en romance, y don Luis le regaló una sortija que costó la mitad de sus honorarios por una corrida. Teniendo valor y destreza, siendo galán y afortunado, Mazzantini para los cubanos era: «El bárbaro».  

Se cortó la coleta al morir su mujer y la anudó a la muñeca del cadáver. También se dedicó a la política. Fue concejal y teniente de alcalde en el Ayuntamiento de Madrid, miembro de la Diputación Provincial y gobernador civil de las provincias de Guadalajara y Ávila.
Durante un debate municipal Mazzantini desafió a un rival político a duelo. Éste se negó.

‒¿Por qué? ‒preguntó el político torero.

‒Porque si yo le mato dirán que don Luis ha recibido su última cornada. Y si usted me mata a mí, dirán que don Luis ha dado su ultima estocada. En ambos casos, yo llevo los cuernos, y no estoy dispuesto.

Mazzantini sabiendo que había pinchado en hueso, se levantó y abrazó a su enemigo político. ​



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