Luis Mazzantini Eguía nació en Guipúzcoa en 1856 y murió en
Madrid en 1926. En los estudios llegó a graduarse de bachiller en arte. En
busca de fama y dinero, decidió dedicarse al toreo a edad tardía.
«Me llamaban señorito loco porque creían locura que un
muchachito que no pertenecía a las más humildes capas sociales, que había
estudiado, que no se había curtido al sol de caminos y dehesas, en el dramático
calvario del hambre y del dolor se dedicara al toreo», dijo en más de una
ocasión.
Coincidió
en el tiempo con Guerrita el ídolo de aquel entonces y también alternó
con los míticos Lagartijo y Frascuelo. Con capa, banderillas y muletas
Mazzantini era uno más, pero con la espada se transformaba, se le recuerda como
uno de los mejores estoqueadores de todos los tiempos. Don Luis como le
llamaban sus compañeros de faena también se hizo famoso por haber logrado
imponer el sorteo de los toros, ya que, hasta entonces el principal matador, Guerrita,
con el beneplácito del ganadero, escogía las reses que deseaba torear, lo que
perjudicaba a los demás matadores. También logró mejoras en los honorarios de
los diestros.
Fue
tan popular en su época por su valor y porte de señorito español que cuando
viajó a América se echó en el bolsillo al público cubano. Tanto que aún se le
recuerda con frases que se han convertido en expresiones cotidianas, pues ante una tarea difícil de realizar se dice: «eso no lo hace ni
Mazzantini, el torero».
Cuentan que
en enero de 1887 se encontraba en la Habana. Y que casualmente en esa misma
fecha arribó a la capital cubana otra celebridad de aquellos tiempos, se
trataba de la actriz francesa Sarah Bernhardt, famosa además por sus
excentricidades.
El encuentro
entre estos dos personajes resultó ser la comidilla de salones y teatros. Tal
parece que Mazzantini quedó prendado de la actriz y no perdió tiempo en mostrar
sus dotes de galán. Según decían las lenguas bífidas y viperinas, la historia
terminó en romance, y don Luis le regaló una sortija que costó la mitad de sus
honorarios por una corrida. Teniendo valor y destreza, siendo galán y
afortunado, Mazzantini para los cubanos era: «El bárbaro».
Se
cortó la coleta al morir su mujer y la anudó a la muñeca del cadáver. También se
dedicó a la política. Fue concejal y teniente de alcalde en el Ayuntamiento de
Madrid, miembro de la Diputación Provincial y gobernador civil de las
provincias de Guadalajara y Ávila.
Durante
un debate municipal Mazzantini desafió a un rival político a duelo. Éste se
negó.
‒¿Por
qué? ‒preguntó el político torero.
‒Porque
si yo le mato dirán que don Luis ha recibido su última cornada. Y si usted me
mata a mí, dirán que don Luis ha dado su ultima estocada. En ambos casos, yo
llevo los cuernos, y no estoy dispuesto.
Mazzantini
sabiendo que había pinchado en hueso, se levantó y abrazó a su enemigo
político.
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