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jueves, 17 de septiembre de 2020

Paula de Vera García: Amemos en libertad #1 – La noticia de la década (Roy & Riza)




Aquella mañana, Ciudad Central era un polvorín. Riza suspiró al encaminarse hacia el cuartel, buscando siempre el abrigo de la sombra frente al calor incipiente del verano. Faltaban apenas dos días para la celebración de un nuevo aniversario de Amestris; el tricentésimo sexuagésimo séptimo, en concreto. El segundo desde que el país había abierto los ojos a una nueva era.


La joven militar cerró los ojos y sonrió, pasando sin querer los dedos sobre la silueta de su yugular izquierda. Aún sentía el calor de sus besos mientras ascendía las escaleras del renovado edificio.


Habían sido dos años de trabajo duro; pero, al pasar la mano por el muro de hormigón gris, Riza Hawkeye se sintió de nuevo como si acabara de irse de Central; como si solo ese toque pudiese devolverle los tenebrosos recuerdos de aquel fatídico Día Elegido.


Dos años… ¿De verdad había pasado tanto tiempo?


Al notar que su respiración se aceleraba y no solo por lo que suponía el ascenso, la joven se obligó a no dejar su mente volar mientras pisaba un escalón tras otro. Apenas hacía un día que los habían convocado en Ciudad Central para los festejos y no habían tenido un momento de respiro; aunque en Ciudad del Este y en Ishval, Roy y ella habían podido dar más rienda suelta a sus sentimientos, alejados de la supervisión de la cúpula superior del ejército, poner un pie en Central había supuesto una carga extra de trabajo que los había separado desde el minuto uno. Hacía tiempo que Riza había ascendido a teniente-coronel –por una solicitud meramente profesional de Mustang, en honor a la verdad–, pero eso también había supuesto más deberes en su día a día. Algo que, quisiera o no, se hacía aún más patente al llegar a la capital.


Los pasillos del cuartel continuaban tan austeros como los recordaba; pero, para bien o para mal, Riza aún conocía el camino a la zona del alto mando. Las pesadillas sobre aquella época todavía la perseguían de vez en cuando, en especial cuando permanecía separada de Roy durante temporadas largas de tiempo. Sin quererlo, se veía apartada de él a la fuerza con multitud de argumentos diferentes, todos derivados de sus mayores terrores: que los expulsaran del ejército; que los ejecutaran por sus crímenes en Ishval o incluso por confraternizar; que Bradley nunca hubiese muerto y ella fuese su esclava para siempre, mientras que a su amado le sucedía cualquier desgracia horrible…


La joven sacudió la cabeza con convicción.


«Qué tontería», se repetía una y otra vez cuando la asaltaban las dudas y los temores, «nada de eso va a suceder».


Ambos eran muy conscientes de lo bueno y de lo malo de su relación. Se habían resignado a un modus operandi y a no hacerse ilusiones; pero, mientras pudieran llevarlo bien, ¿acaso importaba?



Sin embargo, cuál no fue su sorpresa al doblar un recodo y ver a dos figuras extrañamente familiares abrazadas en una posición muy poco inocente.


—¡Teniente Ross! —exclamó Riza casi sin quererlo, sorprendida.


A lo que la joven aludida, con sus ojos oscuros brillando de temor y vergüenza al verse descubierta, saltó hacia atrás y se cuadró casi en un solo movimiento; el objeto de sus atenciones, por otro lado, mantuvo su cabeza cubierta de cabello rubio ceniza agachada mientras se situaba medio parapetado tras la teniente Ross, la mano junto a la frente.


—¡Teniente-coronel! ¡Lo siento! —se disculpó Ross con evidente vergüenza—. ¡No sabíamos que estaba usted aquí!


Su superior, por otro lado, se encontraba tan en shock que, por un segundo, no supo qué más decir; en cambio, de inmediato empezó a sacudirse con tal ataque de risa que sus dos subordinados no supieron si aquello era bueno o malo para ellos.


—¿Teniente-coronel Hawkeye? —se atrevíó a preguntar Denny, cauto—. Esto…


—Ay —se enjugó aquella las lágrimas de risa, tratando por todos los medios de recuperar la seriedad—. Pero, por amor de Dios, ¿se puede saber qué estáis haciendo?


—Eh… pues… —intentó responder Denny, pillado en falso.


Por suerte, la teniente Ross tenía bastante más desparpajo; de ahí que, tras recuperar la entereza, saliese al paso con naturalidad.


—¡Eh, anímese, teniente-coronel Hawkeye! —sonrió—. El sargento Brosh y yo… Bueno —Cohibida, se pasó una mano por el corto cabello negro— solo estamos celebrando lo mucho que nos queremos en un día tan especial como este.


—¿Especial? ¿Qué quieres decir? —sonrió Riza, divertida—. El aniversario no es hasta pasado mañana —acto seguido, se hizo un extraño silencio entre los tres, al tiempo que Maria y Denny cruzaban una mirada de incomprensión—. ¿Qué ocurre, teniente? —preguntó entonces Riza, al tiempo que un extraño cosquilleo recorría su espina dorsal.


Maria y Denny habían optado por quedarse en Central después de la caída de Bradley, por lo que los había visto en contadas ocasiones. Pero debía admitir que encontrarlos tan acaramelados había roto todos sus esquemas. Sobre todo, porque si eso se permitía en Central, ¿entonces…?


—¿Cómo…? ¿No se ha enterado? —quiso saber entonces Maria Ross con cautela, algo que devolvió de golpe a una confundida Riza a la realidad.


—Enterarme… ¿de qué? —preguntó en voz baja.


Tras intercambiar otra mirada indefinida con Maria y al recibir su aprobación mediante un breve asentimiento, un cabizbajo Denny Brosh tendió algo a la teniente coronel que hasta ese momento había permanecido oculto tras su espalda.


Hawkeye frunció el ceño, extrañada, antes de desplegar el manoseado periódico matutino. «¿Por cuántas manos habrá pasado ya?», se preguntó, cada vez más confundida. «Y, ¿por qué?»


La portada, a simple vista, no mostraba nada fuera de lo esperado. Un titular enorme anunciaba a bombo y platillo las actividades que estaban teniendo lugar y las que se desarrollarían durante toda la semana: antes, durante y después del gran aniversario. Riza hizo ademán de hojear el ejemplar, sin saber exactamente qué debía llamarle la atención.


Pero entonces, justo cuando sus dos interlocutores casi habían perdido del todo la esperanza de que lo descubriera, una sola línea, remarcada en negrita en la esquina inferior derecha de la página frontal hizo frenar a Riza con el corazón acelerado. Despacio, volteó de nuevo el periódico hasta tenerlo cerrado frente a sí, abrió mucho los ojos y se obligó a seguir respirando con normalidad cuando terminó de leer el titular.



“Anuncio de Aniversario: Grumman deroga por sorpresa la prohibición de matrimonio entre militares”.



Jadeando sin poder evitarlo y sintiendo la cabeza dar vueltas, la teniente coronel dejó caer el periódico de entre sus dedos mientras se apoyaba en la pared, buscando recuperar la serenidad sin conseguirlo. Las palabras seguían girando en su mente. Derogada. Prohibición. Aniversario.


«Grumman», repitió en su mente, sin aparente lógica. Pero, ¿cómo era posible…? Y, ¿por qué tan de repente? Riza tembló sin quererlo. 
¿Lo habían sabido todo aquel tiempo?


«No seas idiota», se recriminó para sus adentros. «No eres el centro del universo, ni Roy tampoco».


Además, Grumman le tenía aprecio al nuevo general, pero creían haber sido lo suficientemente discretos… ¿Se habían equivocado en algo?


—¡Teniente-coronel! —Riza, pálida como una sábana, a duras penas consiguió levantar la barbilla y enfocar a la persona que trataba de ayudarla a mantener el equilibrio—. ¿Está bien?


«Maria», logró atinar, con la mente aún embotada en un remolino de confusas emociones. «Pero…»


¿Quizá era por ellos? Riza tragó saliva y jadeó sin quererlo al caer en la cuenta de algo: ¿cuántas parejas clandestinas, como la suya propia, podía haber en el ejército? ¿Cuántas se habían dado a lo largo de aquellos cinco siglos? La joven inspiró hondo, tratando de pensar con claridad. Claro, ¿cómo podía haber sido tan rematadamente idiota y egocéntrica de pensar que ella era el único caso de la historia militar de Amestris?


—¡Teniente-coronel! ¿Necesita que avisemos a alguien? —se agobió Denny, mirando en todas direcciones como si así pudiese invocar la ayuda de la nada. Para bien o para mal, en esos minutos el corredor se mantuvo desierto a excepción de ellos tres—. El doctor Marcoh quizá…


—No —zanjó Riza de inmediato, incorporándose. Con cuidado, se masajeó las sienes y abrió despacio los ojos, comprobando que el mareo remitía sin problema—. Solo necesito hablar con el general Mustang. ¿Sabéis si está aquí?


Sus alarmas se dispararon cuando vio cómo Maria y Denny negaban con la cabeza.


—No, señora —repuso Ross con sencillez—. No ha pasado por aquí en toda la mañana.


Hawkeye, aunque nerviosa como una colegiala por dentro, aceptó aquella respuesta e invitó a los dos subordinados a romper filas, algo que hicieron casi a la carrera. Pero Riza ya no les prestaba atención. Sabía que, para aquella mañana, mientras él se encargaba de otros asuntos, Roy le había encargado de parte de Grumman que se hiciera cargo de unos preparativos para el desfile en el sector ocho y había acudido temprano, casi antes de que él se levantase. Para ser militar, era sorprendente lo capaz que era de dormir a pierna suelta si se lo proponía…


Pero lo que de verdad escamaba a Riza era que él no hubiese aparecido aún por el cuartel. Y Grumman comprobó con rapidez que tampoco se encontraba por las inmediaciones. Rendida, suspiró.


«En fin, solo me queda la montaña de papeleo que seguro me espera en el despacho».


Iba a ser una mañana muy larga...



© Paula de Vera García




(Historia en 3 capítulos inspirada en Roy Mustang y Riza Hawkeye, “Full Metal Alchemist: Brotherhood”. Imagen: Roy-x-Riza-Club)



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