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viernes, 2 de octubre de 2020

Amantes de mis cuentos: Picaronas


No soy vaga. No. Aunque mi familia pueda pensar lo contrario. No voy a discutir por ello. Están en su derecho de pensar lo que quieran. La libertad de pensamiento es lo mejor que nos puede suceder. Todo esto viene por mi gran agradecimiento a ese ser anónimo que desde la Europa rural inventó el edredón.

Me siento en la Gloria cuando solo tengo que poner una sábana bajera y encima coloco el edredón, y recuerdo cuando mi madre me enseñaba a hacer mi cama con dos sábanas, dos mantas, una colcha y todo tenía que quedar muy liso. Mis pequeñas manos no podían remeter tanta ropa entre el colchón y el somier.

‒Es necesario hacerlo bien ‒decía‒ para que no te destapes, para que no cojas frío en la tripita.

Hoy, a mis ochenta años, he regalado las sábanas bordadas, herencia del ajuar de mi madre a mis nietas. No sabían lo que había dentro de los paquetes envueltos en papel de regalo, con cintas de colores, lazos que invitaban a deshacerlos. Como el que avisa no es traidor, impuse una regla: Podían quedarse con los paquetes que quisieran, pero no se admitían devoluciones. La más ambiciosa o curiosa, vaya usted a saber, tomó nada menos que cuatro, las demás uno cada una. Y cuando lo abrieron:

‒¡Oh, no! Si hay que plancharlas ‒comentaron con una expresión de animadversión hacia mi persona que por supuesto ignoré.

‒Lo bello no tiene por qué ser cómodo ‒dejé caer con una sonrisa.  

Una de ellas que es más lista que el hambre me miró con picardía. Es la que me regaló el primer edredón y yo le devolví el detalle explicándole que Carlos Linneo en 1758 describió al eider común, y que sus plumas eran un gran aislante térmico.

Además, Julio Verne ese autor del que siempre he estado enamorada, en su Viaje al centro de la tierra, escribió algo así:

«Al iniciarse el verano, la hembra de eider, especie de ánade muy hermosa, construye su nido entre las rocas de los fiordos… Ya construido lo tapiza con las finas y nuevas plumas que ella misma arranca de su vientre...».

Y esa nieta que es la que más se parece a mí, en lo físico y en el carácter, me estuvo mirando un buen rato hasta que al fin habló con cierto aire inocente:

‒Abuela querida ¿Qué prefieres de mortaja un edredón o mi sábana bordada?

 

© Marieta Alonso Más


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