Me gusta mirar el firmamento y descubrir las dimensiones relativas de las cosas; los objetos flotantes que pululan alrededor de los astros.
Me gusta intuir las formas
que nos rodean, aleatoriamente conforman nuestras pequeñas estructuras donde
nos movemos, crecemos y convivimos.
Me gusta divisar el sol cuando
se posa en el cenit del horizonte, la energía que irradia sus rayos luminosos y
las células nutriéndose en un espacio más profundo.
Me gusta considerar a la
luna como una antorcha en el negro de la noche, que guía nuestra mirada hacia
pleamares en calma.
Me gusta observar tus ojos y
descubrir un mar embravecido que zozobra en la comisura de mi boca.
Me gusta tocar tu piel y la
caricia olorosa que queda impregnada en las yemas de mis dedos.
Me gusta sentir como mi
hogar, algo más que estas cuatro paredes, donde cuelgo fotografías de aves y
atardeceres.
Me gusta oír tu voz cuando
no encuentras la palabra precisa que verbaliza tu intrínseco dilema.
Me gusta descifrar la
ambigua mirada de un leopardo que queda atrapada en el objetivo de un zoom cuando
se enfrenta a su peor enemigo.
Me gusta recordarte siempre
que llego a este punto de no retorno donde un puente camina entre dos islas.
Me gusta escribir poemas que
hablen de ti,
que te
envuelvan en una marea incierta concordante con este suave movimiento
planetario.
Me gusta descodificar las
aritméticas que se originan en la lava de un volcán y sumar las partículas de
polvo cósmico que absorbe una supernova en formación.
Sí, lo reconozco. Me gusta mucho pensar en ti; y lo hago ya instintivamente. Siempre que puedo y el momento me lo permite, aunque estés a veces a mil universos de mí.
© Sol Cerrato Rubio
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