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miércoles, 1 de marzo de 2023

Amantes de mis cuentos: Deben ser los genes

 



Mi nieta es mi vivo retrato. Cuando mi hija, los jueves por la tarde, me llama y me pregunta: ¿Qué piensas hacer el fin de semana?, me entra un cosquilleo por todo el cuerpo, es un síntoma inequívoco de que se quiere ir a la montaña y me trae a la niña.

Manuela va a cumplir seis años. Este año comienza primero de primaria y está muy ilusionada. Al llegar va corriendo a mi dormitorio y todos los collares, pulseras, sortijas… que encuentra en mi tocador se los coloca. Le gustan las gangarrias, como a mí. Y sale como burro en feria tintineando por toda la casa. Se sienta en la mecedora del cuarto de estar y me pregunta qué estoy tejiendo. Una bufanda, le respondo.

−¿Para mí?

−Sí, si la quieres.

−¡Mola!

Esta noche iremos a un restaurante de lujo a cenar: el comedor de mi casa. Entre las dos sacamos del arcón la mantelería de Lagartera, la vajilla de Sargadelos, la cubertería de plata y el candelabro regalo de bodas. Presidimos la mesa, una enfrente de la otra, encendemos las velas, es mucho más misterioso que con la luz eléctrica y entre sombras charlamos sobre los grandes acontecimientos acaecidos durante la semana. Que si su amiga Leonor no le prestó su estuche de manicura, que si Nicolás ya no es su novio, que si Jorge tiró de su trenza y la hizo caer…

Y así nos vamos tomando el puré blanco de calabacín, saboreamos las croquetas hechas con lo que sobró del cocido y el postre de flan de huevo y leche condensada.

Apagamos las velas para volver a la realidad. Ya no somos las dueñas de la casa, somos las asistentas que recogen la mesa y friegan los cacharros. Y cuando la cocina está ordenada, nos sentamos en el columpio del portal y nos mecemos como si estuviésemos en un avión a punto de despegar. Nos vamos a París y allí conocemos a un señor de unos cincuenta años que me invitará a navegar por el Sena y a su nieto, un joven encantador que llevará a Manuela al ballet y por vez primera sabrá que además de El Lago de los Cisnes hay muchos otros, como...

−¡Buenas noches!

Así rompió el vecino de enfrente el hermoso sueño en que estábamos inmersas. Hora de irse a dormir.

Ya bien arropadita la niña me toma las manos y susurra:

—¡Abrázame, abu, apriétame fuerte! ¡Estoy tan a gustito contigo!

 

© Marieta Alonso Más

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