Lo
intuitivo es sinónimo de inteligencia y no es que lo diga yo, así lo expresó Píndaro:
«El hombre de talento es aquél que lo sabe todo por instinto».
Yo
soy ese. Mi inconsciente no está sujeto a lo científico. Soy intuitivo por
naturaleza. Veo venir las cosas. Mi mujer opina lo contrario, que no, que no es
que las vea venir, sino que hago que vengan a mí, de la manera que quiero, que
soy un manipulador. La intuición es otra cosa, me dice con un gesto de
exasperación.
Ni
caso le hago ¿qué sabrá ella? En conversaciones con amigos ayudo siempre a
decir la última palabra. Para terminar con: ¿Es que no lo veis?
Y
cuando lo suelto mi mujer me da una patada por debajo de la mesa o si está de
pie me da un pisotón y aunque después me pide disculpas me chafa el momento,
quizás esté un poco envidiosa. No quiere ver que es culpa suya que amigos y
conocidos huyan cuando nos ven. No todo el mundo tiene la suerte que tengo yo
de haberme especializado en el arte de la intuición.
Me
gusta que me tomen por una persona muy inteligente, ni caso hago a los que
piensan que soy pedante.
Hoy
sin querer me han ofendido, mi ego ha sufrido un golpe mortal cuando un desconocido
en el parque, al parecer muy religioso, ha dicho que la intuición es un susurro
de Dios. Lo que me faltaba por oír. Este lo que pretende es quitarme mérito. Y
antes de poder contestarle como se merecía, va mi mujer y me aclara:
—Lo
ves no puedes ser intuitivo, todo el mundo sabe que Dios no perdería su tiempo
contigo.
©
Marieta Alonso Más
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