Muy atrayentes, muy famosas,
pero pasan de mí. Me enamoré de Polimnia y no solo me dio calabazas también me
quitó el oído musical. El psicoanalista me aconsejó que no le tuviera miedo al
fracaso y cambié de musa.
Entré en relaciones con
Calíope para conseguir el don de la elocuencia. Un desastre. Sigo siendo
tartamudo.
Pensé que al menos podría ser
amigo de Clío. ¡Me gusta tanto la historia y la poesía épica! Se enamoró de mi
mejor amigo.
Con Erato, Euterpe,
Melpómene, Talía, Urania las cosas fueron de mal en peor. Hasta Terpsícore que
me enseñó los secretos de la danza no quiso acompañarme a conocer a mis padres.
No vaya detrás de las musas —aconsejó
el experto— deje la puerta abierta a personas auténticas. Debe dar vacaciones a
ese juez interior que no le deja vivir, aprenda a olvidar, vuelva a la
infancia, agite la coctelera de sus pensamientos, busque compañía, sea feliz.
No puedo. A lo sumo podría
coquetear con otras deidades. Tampoco. Soy un hombre fiel. Ahora voy cada
domingo a visitar pinacotecas. Me enteré que la palabra museo significa: «Lugar
de culto a las Musas».
¡Ah! Se me olvidaba: cambié
de psicólogo.
© Marieta Alonso Más
Las musas son esquivas,
ResponderEliminaraltivas y escurridizas,
mas si dominas tu orgullo
aunque creas te desprecian
sólo es en apariencia,
si tu corazón es puro
siempre son agradecidas:
si las escribes te inspiran.
Muchas gracias por el comentario. Quizá haya que mimar a las musas.
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