La cocina es un lugar
sagrado. No debo entrar en ella. Lo digo alto y claro. No me gusta cocinar. Y
estoy segura que a ti, Claude Monet, tampoco te gustaba. Sí, por supuesto que
pintaste estancias amplias y bien equipadas donde los cobres colgaban en la
pared, y que llevabas en los bolsillos cuadernos de cocina en los que apuntabas
recetas e ideas culinarias, pero no creo que pasaras tiempo cortando cebollas,
ajos, pimientos… No. No me quieras engañar. Para eso tenías una cocinera con su
ayudante, a los que imagino volverías locos rondando cada día en sus dominios.
Lo que te gustaba era esa sensación de vida que emanan las cocinas.
Creo que con lo que
disfrutabas era comiendo. Como yo. Que sepas que me encanta la tarta Tatin, sí
esa que bautizaste en honor de aquellas hermanas amigas tuyas. Yo también llevo
cuadernillos en el bolso para apuntar las recetas de mis amigas. Aunque no las
haga, me gusta leérselas, saborearlas, cuando otros la hacen. A ti también te fascinaba
comentar tus fórmulas en la sobremesa, en esas famosas comilonas que dabas en
tu casa de Giverny.
¡Oh, Claude! ¡Cuántas cosas
tenemos en común! Dicen que tuviste tres pasiones: la naturaleza, la pintura y
la gastronomía. Yo también tengo tres pasiones: el mar, la escritura y la
paella del señorito con la que no te manchas los dedos de las manos. No sé si
llegaste a probar la tortilla de patata, con o sin cebolla, ¡deliciosa de
cualquier manera!, de no ser así busca la manera de incorporarla en tu recetario
allí donde estés.
© Marieta Alonso Más
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