Aunque para algunos la física
cuántica es totalmente esotérica, complicadísima, aburrida, resulta que incide en nuestra vida
cotidiana cuando utilizamos las puertas automáticas, la televisión digital, el
microondas, los rayos X, los aparatos de resonancias… Según mi vecina que es
muy culta, lee mucho y saca sus propias conclusiones sobre esta revolución
tecnológica, somos un 96% de energía. Y piensa en la posibilidad de que al
morir una persona pueda su energía emerger de ese cuerpo y posarse en el bebé
que nazca en ese instante.
Mente pensante, la mía, se ha
puesto en acción y sería fantástico que en mi próxima reencarnación algunas de
esas energías hiciera que me casara con un hombre que solo tuviera ojos para
mí, que supiera cocinar y me llevara de la ceca a la meca. También sería
estupendo que saliera con los ojos de Liz Taylor, la elegancia de Grace Kelly,
la inteligencia de Marie Curie.
¡Ay! Si tuviera tiempo
estaría todo el día escribiendo novelas que emularan a El Quijote de Miguel, o
cuentos que gustaran tanto como los de Antón, también podría escribir obras de
teatro al estilo de William.
Si al nacer mis hijos, esas
energías, las buenas, por supuesto, recayeran en ellos no tendría problemas.
Formaríamos un buen equipo trabajando concienzudamente para que a su madre le
dieran el Nobel de Literatura, el Premio Cervantes, el Princesa de
Asturias y hasta una silla en la RAE.
Sería estupendo.
He de espabilar. Acabo de llegar del trabajo. Son las siete de la tarde y aún tengo el fregadero lleno de cacharros y las camas sin hacer.
¡Qué cansancio da el soñar!
© Marieta Alonso
No hay comentarios:
Publicar un comentario