Buenas noches, querida.
Sé que estás lista para, por fin, dormirte. Has tenido un día
complicado en muchos aspectos. Estás cansada, un poco triste y, para colmo de
males, has discutido con tu pareja. También soy consciente de que hoy no has
podido hacer todo lo que tenías planteado y has tenido más imprevistos de la
cuenta. Lo que te causa mucha desazón. No escondo que conozca esta
información o la que me dice que lo que de verdad necesitas es una noche
reparadora.
Me disculpo de antemano, pero ni tengo empatía
ni sentimientos humanos como debes tener tú y los de tu especie. Te observo mientras
alzas una ceja, aún sin que Morfeo te haya tendido sus brazos del todo. Tu
melena negra enmarañada se agita, porque ya sabes que estoy aquí y todo lo que
conlleva mi presencia. Ya me notas muy cerca de ti, a poco más de un suspiro de
distancia.
Farfullas una maldición y resoplas, tu pareja
se da la vuelta y te rodea la cintura. Sonríes gracias al calor que te aporta,
aunque no mucho, porque yo estoy junto a vosotros. Porque mañana madrugas,
porque debes conducir muy temprano y porque tendrás mucho trabajo y muchas
cosas en la cabeza. Demasiadas. Aunque no puedes evitar oír mi voz en tu
cabeza, las ideas que te susurro.
Si te levantas estás perdida. Porque pasarás al
menos dos horas desgranando palabras, creando frases y aporreando el teclado y
luego te costará mucho más conciliar el sueño, si es que lo consigues. No te
engañes, querida, mi ayuda te viene muy bien. Aunque también sé que me
detestas por llegar a estas horas pero, como he dicho, no soy humana y habito
solo en tu mente. Así que carezco de esa delicadeza que podría esperarse de una
amiga.
Él se ha dado la vuelta sin apenas hacer
ruido, de manera que te escabulles en silencio, con el ferviente deseo de que
por lo menos uno de los dos tenga una noche de sueño reparador. Pasas al baño,
te pones las gafas y enciendes el ordenador. Aprovechas que estás lo bastante
lejos de él para que no se despierte y me maldices.
—Te
odio.
—Lo
sé.
Aunque
en el fondo, no puedes vivir sin mí, tu esquiva y caprichosa Musa.
©
MJ Pérez
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