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viernes, 21 de junio de 2024

Pedro: El primero entre los doce apóstoles

 



Un individuo robusto, de espaldas anchas, cejas espesas, barba cerrada, expresión enérgica, más inclinado a la acción que a la reflexión. Profesa una honda lealtad al Señor, pero nos resulta más entrañable por sus debilidades humanas.

Es soberbio, poco fiable y tan impetuoso como las aguas del Mar de Galilea, a orillas del cual nació. Una y otra vez, el primer discípulo tropieza y su maestro lo sostiene. La barca que usaba Jesús para predicar en Cafarnaúm pertenecía a Pedro.

Cuando Jesús le manda remar mar adentro y echar las redes, replica:

−Maestro, toda la noche hemos estado trabajando y sin pescar nada.

−Obedece, Pedro –le ruega Jesús. Y las redes se llenan de peces.

En otra ocasión, los discípulos ven a Jesús caminando sobre las olas en una noche tormentosa, Pedro le pide una señal y Él le dice: Ven.

Pedro salta de la agitada barca y da unos pasos sobre el agua, pero se asusta y empieza a hundirse.

−Hombre de poca fe –le reprende Jesús tendiéndole la mano− ¿por qué dudaste?

Cuando Jesús lava los pies a sus discípulos, todos se someten a este acto simbólico, todos, menos Pedro. Jesús le dice que su negativa le privará de la Salvación, entonces él exclama:

−¡Señor, no solo los pies, también las manos y la cabeza!

Tras la detención de Jesús, las desventuras de Pedro llegan al colmo cuando en el atrio del palacio del sumo sacerdote, varias personas le reconocen como discípulo de Jesús.

El niega tres veces a su Maestro. Canta un gallo.

Se ha cumplido la predicción de Jesús: En verdad te digo que esta misma noche, antes de que el gallo cante, me negarás tres veces.  Pedro lloró amargamente.

La pequeña iglesia de San Pedro Gallicanti en Jerusalén, conmemora este episodio de debilidad humana.  

Jesús se va. Pero antes, nombra a Pedro su vicario: «Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia… A ti te daré las llaves del Reino de los Cielos… y lo que desates en la Tierra quedará desatado en el cielo».

A partir de ese momento se convierte en «pescador de hombres». En Cesarea, la capital provincial romana, Pedro acoge al centurión Cornelio en la nueva fe. No es de extrañar que su labor llamara la atención de Herodes Agripa que lo encarcela.

Hay una escena del Nuevo Testamento, en un fresco de Rafael, hoy en los Museos Vaticanos que representa «La liberación de San Pedro». Se relata en tres escenas distintas: en el centro el ángel despierta al santo y rompe sus cadenas, a la derecha ambos escapan mientras los soldados están dormidos, y en la izquierda los soldados despiertos les persiguen. 

Después de estos hechos, Pedro se encuentra con Pablo en Antioquía, ciudad donde los seguidores de Jesús fueron llamados cristianos por vez primera.

Según una tradición Pedro fue el primer obispo de Roma y durante la persecución instigada por Nerón en el año 64, murió ejecutado en el circo del emperador, en la colina Vaticana.

Cabe la posibilidad de que algún día nos encontremos cara a cara con Pedro y entonces: pregunte nuestro nombre, haga cascabelear sus llaves, busque en el enorme libro para ver si puede dejarnos entrar, mueva la cabeza dubitativamente y diga:


¡Anda, entra, que yo también fui hombre!




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